Un año más, y van 40, se ha celebrado Getxo Jazz con rotundo éxito de público (12.500 asistentes). Musicalmente, ha habido de todo; literalmente. Incluso jazz. Vamos con ello de mano de nuestro redactor Óscar Díez que acudió a varios de los 20 directos programados
Getxo Jazz o, lo que es lo mismo, el Festival Internacional de Jazz de la localidad costera vizcaína Getxo, cerraba ayer (martes 5 de julio) su 40ª edición tras 5 jornadas y 20 directos, y victorioso en lo que a convocatoria popular se refiere. Hasta 12.500 personas ha convocado el certamen entre conciertos de pago, jam sessions, el concurso de bandas jóvenes, las citas matinales familiares, etc. Todo un acontecimiento jazzero del más alto nivel que cada verano pone a Bizkaia en el mapa del jazz mundial. ¡Larga vida!
Centrándonos en el cartel de «grandes nombres» en la Plaza Biotz Alai, abría Getxo Jazz Jorge Pardo (el viernes 1 de julio), seguido de Uri Caine (día 2), Hermeto Pascoal (3), Dee Dee Bridgewater (4) y, ayer mismo, Esperanza Spalding con su indescriptible nuevo espectáculo «Emily’s D+Evolution«, un show que fue mucho más allá de la música. Nuestro redactor Óscar Díez estuvo en varias de esas citas y aquí nos cuenta cómo se desarrollaron.
HERMETO PASCOAL: 80 AÑOS Y UN CUERNO
Tras perdernos a Uri Caine al piano y a Jorge Pardo a la flauta, nos encaminamos felices a ver al octogenario Hermeto Pascoal el pasado domingo. Toda una leyenda carioca por, entre otras cosas, tocar 40 instrumentos (después nos daríamos cuenta de que, en tal caso, cualquiera ducho en fregoteos toca 20 mientras limpia platos, pero luego entraremos en detalle). Empezó la cosa con los miembros de la banda soplando botellas vacías. Inmediatamente pensamos: «Esto va a ser una genialidad o una tomadura de pelo». Salió Hermeto, copa de vino en mano, agradeciendo la asistencia del respetable, y se puso a tocar el piano -dándole una patada al final, a lo Jerry Lee Lewis-, a soplar un enorme cuerno de cabra y a apretar patitos y cerditos de goma en una broma que, por interminable, resultó agotadora. Y, sí, hubo pinceladas de salsa, bossa y brasilian jazz que resultaron estimulantes, pero entre tal falta de rigor, nosotros perdimos interés. Pensamos: «Qué buen nivel de músicos y qué poco lo están demostrando«. No menos de 30 espectadores abandonaron la carpa durante el concierto. No diremos más.
DEE DEE BRIDGEWATER: NIVELÓN JAZZERO
La gran cabeza -rasurada- de cartel de este año era Dee Dee Bridgewater, madre de China Moses (a la que vimos hace unos años aquí en Getxo Jazz también), mega diva del jazz actual, responsable de una de las citas cumbre de la historia de este festival (aquella visita con la que homenajeó en directo por una noche a otra grande, Billie Holiday) y ejecutante de scat de primerísimo orden. Tras un primer tema, Bridgewater puso a mirar su carísimo móvil, ignorando al respetable. Al rato se abanicó en un arranque «raphaeliano». Sí, a Dee Dee se le puede acusar de «dee-vaza» pero, cuando arranca la máquina, se te desencaja de asombro la mandíbula; qué voz y qué clase gasta la doña. ¡Madre mía! Y eso que despegó templada con «Afro Blue» e, incluso, bajó el pistón en la intimísima «The Music Is The Magic«. Pero, cuando calentó, fue con mucho lo mejor de este Getxo Jazz. «Es algo freudiano. Mi padre era trompetista y mi primer marido también. No sé qué me pasa con este instrumento«, exclamo antes de ponerse a imitar a un trompetista con sordina con la sola ayuda de su voz. Oigan, flipábamos. Hasta la banda, que lo habrá visto mil veces, alucinaba. La Bridgewater se salió en el blues -«esta es de Thelonious«, aclaró- y resultó arrolladora en el funk –aquí con bajo electrificado-, en unos bises vía Tina Turner que pusieron en pie y efervescente a toda la carpa al completo. Y no, ni fue un concierto populachero ni verbenero. Menudo nivelón.
ESPERANZA SPALDING: EL MAGO DE OZ LOW COST
Guapa, virtuosa en lo suyo –dio sus primeros bolos a los 15 años y con 20 ya impartía clase de contrabajo en el conservatorio- y con voz más que estimulante. Esa es Esperanza Spalding. Por eso teníamos muchas ganas de verla, si bien es verdad que habíamos oído de todo sobre ella… Pues bien, los nubarrones se tornaron en tormenta bajo la carpa de Getxo Jazz. Vaya por delante que parte del público aplaudió a rabiar la performance que monto la yanki… Mientras otra parte (amplia) abandonaba echando pestes el lugar. Nosotros nos quedamos, pero aún no sabemos muy bien qué pretendió Espe… ¿Una ópera rock así a lo «Tommy» pero en clave soul? ¿Una versión de «El mago de Oz» combinada con el transformismo de Las Fellini? ¿Un bolo a lo Björk? De todo ello había trazos pero, a la vez, el conjunto resultaba de una apatía aplastante. Como oír una y otra y otra vez la misma canción. Y así unos 75 minutos, incluyendo un bis de castigo que resultó mucho más de lo mismo. Spalding es una crack, eso hoy nadie lo pone en duda. Pero, respetando la opinión de la minoría entusiasta, nos preguntamos: si se hubiera tratado de una artista local, ¿habría quedado alguien en la carpa? Lo que vivimos ayer en Getxo Jazz nos suena a «traje del emperador». Gato por liebre, Espe, gato por liebre.