Cuarta y última jornada del Festival Internacional de Benicássim en su edición número 21, un FIB con bastante público, pero muy cómodo para el asistente. El domingo pudimos ver también a Crocodiles, Riptide Movement, Celica XX, Jonathan Toubin, Aldo Linares… Nos lo cuentan Joseba Vegas y Javier Santamaría, con fotos de Pau Bellido y Lucía Astrain
Este año hemos vivido un FIB muy cómodo, sin problemas para poder cenar en el recinto, donde la oferta era muy variada y abundante (hemos comido tacos, pizzas, perritos calientes, cuscus, gofres y hasta croquetas -sí, nos hemos puesto tibios-). Además, no ha habido demasiados agobios para pedir en la barra, y no había colas para ir a los baños (para las chicas esto siempre es un poco más difícil), así que las distracciones de lo musical han sido muy pocas.
Otro detalle a destacar del festival es el equipo humano del mismo, muchos de los trabajadores que allí se encontraban eran ya gente conocida para nosotros, profesionales que repiten año a año, ya sea trabajando en los accesos y seguridad, venta de tickets o en las barras, en producción o en prensa, volver a ver caras amigas año tras año, hace que te sientas un poco como en casa, a todos ellos también les queremos dar las gracias.
En lo musical. A las 19:10 arrancaron Belako. Qué podemos decir de este grupo, si es de los que nos hacen sacar pecho, un orgullo de la tierra que fue capaz de congregar ya a un buen numero de fans que lo dieron todo desde el primer acorde. Ya sabemos que cuando mejor funcionan es cuando sacan a pasear su rabia, se desgañitan, nos hacen mover la cabeza arriba y abajo y podemos mascar la oscuridad, cuando te golpean a la cara con «Haunted House» (canción con la que cerraron) o con «Sea of Confusion». Con «Zaldi Baltza» agitaron a todo el público del escenario Fiberfib, contagiando toda su energía a la audiencia (¿quién dijo «cansancio» tras cuatro días de festival?) y es que es una canción inmensa. La única pega, que solo pudieron tocar 30 minutos, aunque, si por ellos hubiera sido, nos habrían tenido bajo el sol otra media hora más. Nada, que tenían que dejar hueco en el escenario para otros que dieron todo un conciertazo, Public Enemy, de quienes os hablaremos más adelante.
Tan solo unas líneas para comentar la presencia de Riptide Movement, unos irlandeses a los que apenas teníamos controlados, para qué mentir, y a quienes pudimos disfrutar brevemente gracias a canciones como «All Work Outs» o «You And I», que nos pillaron por sorpresa y nos gustaron, con ese bajista desafiando a la altura desde el mismo borde del autobús Red Bull, esas coristas que terminaban de redondear los estribillos y los arreglos de trompeta que les daban un toque aún más clásico Muy buen hacer el de esta banda de irish rock.
Vetusta Morla eran uno de los grupos destacados del domingo, sobre todo de cara al público español, claro, aunque en el FIB aún no puedan gozar de la categoría de «cabezas» o de nombre gordo a la altura de unos, pongamos, Los Planetas (que actuaron el día anterior, siendo su nombre en el cartel superado solo por Blur). En principio, pareció que no se darían el baño de masas que se podría haber previsto (aunque se fue llenando a medida que avanzaba la cosa), pero es que tampoco es fácil hacerlo un cuarto día de festival, con tanto público extranjero y con tanta competencia de altura, como la de Public Enemy (que sí, que os hablamos de ellos en seguida). A los madrileños los tenemos tan vistos que no podríamos decir mucho que no hayamos dicho ya en otras ocasiones, excepto que ellos se mostraron encantados «de estar en un escenario tan mítico» y que gozaron de un muy buen sonido, a la altura del lugar. La gente cantó de lo lindo (se las sabían todas…) y disfrutó con los madrileños, quienes apelaron a la música como ese valor que no nos pueden arrebatar, en estos tiempos en los que hay «tantas derivas chungas«. Hubo comunión, seguro que vuelven a ese escenario y, por qué no, con una tipografía mayor en el cartel.
Public Enemy venían a presentar disco, así que estábamos un poco dubitativos acerca de lo que íbamos a ver, sabedores también de que juegan con ventaja, ya que con su mirilla nunca falla el tiro. En estos momentos de Ley Mordaza uno no puede hacer otra cosa que escupir con rabia alguno de los versos que nos da la banda neoyorquina. Como viene siendo habitual, con todo el artificio paramilitar, bailarines incluidos, fueron todo un alarde (y no lo de Irun), con un DJ Lord magnífico a los platos o un Chuck D que no fallaba una (eso sí, a Favor Flav le costó arrancar un poco más, quizá mas preocupado de hacer el mongolo con sus patines tipo segway). Public Enemy se las saben todas y os podéis imaginar que el FIB se vino abajo cuando encadenaron «Bring The Noise», «Don’t Belive The Hype» y «He Got Game». Muy grandes.
Celica XX nos comentaron el día anterior que tenían miedo de lo que podía pasar en cuanto a sonido, de si acabarían petándolo o no, y es que lo suyo es el ruido, las capas de distorsión y el volumen alto. Sus temores se hicieron en parte realidad, ya que al principio el teclado/sintetizador sonaba demasiado alto y cubría al resto de instrumentos, algo que por suerte se solucionó en el momento en el que sacaron a pasear el «Killing Moon» de los Echo and the Bunnymen, toque mágico que hizo que a partir de ese momento todo fuera como la seda e incluso disfrutáramos de temas nuevos como «A tumba abierta», canción de gran desarrollo y ruidera controlada.
Crocodiles salieron al autobús con las ideas claras, guitarritas distorsionadas y toques powerpoperos y es que aprovechando un pitido constante sacaron a pasear «Crybaby Demon» o ya casi cerrando «Do The Void» o la gran «I Wanna Kill», y es que venían con ganas de matar y ya nos tenían bien sudorosos cuando nos sorprendieron tocando «Jet Boy, Jet Girl/Ca plane por moi», dos canciones en una aprovechando que ambos temas comparten una misma base. De nuevo, otro gran concierto en el FIB, al que solo podemos decir que para ser redondo le faltó la canción “Sunday». Eso sí, público poquito, escasísimo para una banda de tal calibre y en un horario más que aceptable.
Gran parte de la culpa de que hubiera tan poquita gente viendo a Crocodiles la tuvieron FFS, es decir, el proyecto conjunto de Franz Ferdinand y Sparks, quienes reventaron el escenario Fiberfib como nadie más pudo hacer durante los cuatro días de festival. Se les quedó muy pequeño el escenario 2. Del concierto, pues qué decir. Que sí, que nos gustó, que fue interesante ver ya no solo cómo suenan en directo las canciones que han grabado al alimón en su disco «FFS», sino cómo quedan temas propios (de ambas bandas), interpretadas ahora con la ayuda del otro grupo.
Abrieron con una tríada de temas de su nuevo LP («Johnny Delusional», «The Man Without A Tan», «Police Encounters») para después ir intercalando relecturas de Sparks («Achoo», When Do I Get to Sing ‘My Way'», «The Number One Song in Heaven», «This Town Ain’t Big Enough for Both of Us») con versiones de Franz Ferdinand («Do You Want To», «Walk Away», «Michael», «Take Me Out») y más temas compuestos a doce manos, como ese «Piss Off» con el que cerraron. Interesante, como decíamos, pero que nos deja con la sensación de que, más que actualizar a Sparks, esta historia envejece a los Ferdinand, que mostraron una cara mucho más sosegada de lo habitual, una versión ralentizada y sin punch de sí mismos.
Y si FFS reventaron la explanada frente a su escenario, no pasó lo mismo con Portishead, el cabeza de cartel que menos público reunió en el escenario Las Palmas, el principal. Eso sí, contemos con que era domingo, que muchos fibers se habían vuelto a casa y que las fuerzas, tras los intensos tres días previos, flaqueaban en muchos casos. Con todo (ojo, que gente había a miles, eh), el concierto fue magnífico, como habíamos imaginado, por otro lado. Arrancaron con «Silence», cuya larga intro fue el prólogo perfecto a un setlist brutal, de sonido muy orgánico y con la voz de una Beth Gibbons que sabe como pocas transmitir emociones: «Nylon Smile», «Mysterons», «The Rip», «Sour Times», «Magic Doors»… con «Wandering Stars» rebajaron el tempo (bastante relajado ya de por sí) antes de explotar con las repetitivas bases electrónicas de «Machine Gun», canción que fue todo un alegato antibelicista (y algo más), con una gran símbolo de la paz proyectado en las pantallas tras golpearnos con imágenes de Palestina, Siria… y Grecia. Pelos de punta, como también se nos pusieron con «Cowboys» o ese bis final integrado por «Roads». Delicatessen.
A la 1 de la mañana se empezaba a gestar uno de los grandes momentos del festival, un momento histórico, el concierto de Joe Crepúsculo sobre el autobús de Red Bull. Crepus ya lo anunció en las redes sociales: iba a ser un concierto «con sorpresas y muy loco«, así que íbamos esperando casi cualquier cosa. Al escenario salió acompañado por Aaron Rux, ayudándole con las bases y la maquinaria pesada, y, poco a poco, fue luciendo los misterios de su último disco. Luego empezaron a salir los invitados en diferentes momentos, empezando por el coctelero Alberto 1862 (sí, repetimos, el-coc-te-le-ro), dispuesto a animar el cotarro con su particular maraca etílica, con la que fue preparando pisco sours sin descanso. La cosa prometía, el ritmo aumentaba y por ahí apareció otro amigo suyo (de Mallorca, para más señas), ya animando con coros y baile. Íbamos bien. Tras él, otro gran featuring, el del director de cine Nacho Vigalondo bajo el alias de El Alacrán, a quien hemos podido ver junto a Joe en su anterior gira, donde le acompañó en varias ocasiones, como buen ciclón escénico que es. Pero el plato fuerte se subiría al autobús un poquito más tarde. Tomasito, ese artista, (ARTISTA más bien, así en mayúsculas), volvió majara al respetable con sus palmas, zapateados y coros. Tendríais que haber visto las caras de los guiris… ¡impagable!
Con este reparto, de baile, diversión y sudor, nos atrevemos a decir que, visto en la distancia, se hablará y mucho «del año en el que Joe Crepúsculo actuó en el FIB con Tomasito, Vigalondo y un tío que hacía cócteles«. Fue algo así como una fiesta 90s en Marbella, una gala televisada, una verbena con autos de choque y un afterhour rumbero, todo a la vez, todo muy loco como nos prometieron. Lo de menos fue que Tomasito acabara en botines y calzoncillos, eso solo fue un aliño para las magníficas canciones que tiene Joe Crepúsculo, hits tan inmediatos como atípicos, ya sea jugando con lo latino («Tus cosas buenas»), sonando añejo («Suena Brillante» -siempre nos acordamos de James en esta canción-), tirando de coros del público («Baraja de cuchillos») o aludiendo al verano, con sus éxitos para bailar («La canción de tu vida). El cierre fue con «Mi fábrica de baile» y miles de personas dando botes.
Crepus es un grande y tiene talento, un talento sui géneris y no apto para todos los públicos (o quizá sí -ojalá-), e incluso sus canciones nuevas («A fuego», «La verdad -qué pena que faltaran Las Negris-) suenan como si ya fueran de toda la vida. Por último, comentar que en el autobús de las versiones, no podía faltar la canción «Maricas», de Los Punsetes. Lo dicho, un concierto histórico en el FIB, abarrotado de gente dispuesta a darlo todo y dirigido por un genio buenísimamente acompañado para transmitir su mensaje. Posiblemente, lo más divertido del fin de semana.
Aún sudando a chorros por lo que habíamos bailado con Joe Crepúsculo, volvimos a situarnos frente al autobús energético para cambiar teclados por guitarras y seguir deshidratándonos a base de bien. Eran las 2 de la mañana y los gallegos Novedades Carminha tenían una cita con un FIB que los recibió con los brazos abiertos… y en alto, para corear sin descanso canciones como «Tú antes molabas», «Jódete y baila», «Te vas con cualquiera» o ese «Juventud infinita» que le dio título a su gran disco del pasado año. El fin de fiesta (porque fue un fiestón) llegó con «Antigua pero moderna», quizá su mayor hit (aunque todos los temas fueron igual de efectivos, cortitos y directos al grano). Con el trío dimos por cerrado el capítulo de directos el domingo (nos quedamos con pena por no llegar a MØ y The Cribs -y nos importó bastante menos perdernos a Bastille-)
Jonathan Toubin es uno de los grandes DJs, casi una leyenda para alguno de nosotros, así que su salida al escenario (bueno, en realidad no salió al escenario, sino que pinchó delante de él, a ras de suelo, en el foso -raro, raro, raro-) era muy esperada, a golpe de singles a 45rpm nos rompió la cadera con tanto baile, quemando más suela durante su set que si hubiéramos corrido sobre una pista de lija. Soul, surf, garage, todos los palos mezclados con maestría, todo un lujazo (si tenéis curiosidad y mover el cucu en vuestras casas os recomendamos visitar su Soundcloud) para casi cerrar el festival, honor que le correspondió a Aldo Linares, cómo no). Con él, se nos volvió a hacer de día por cuarta jornada consecutiva, y es que, no fue para menos. El FIB ha vuelto, ¡larga vida al FIB!
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FIB 2015: CRÓNICA y FOTOS del sábado 18 de julio (Blur, Los Planetas, Kaiser Chiefs, Hinds…)