En la parada asturiana de su Electric Tour, el dúo inundó la plaza de Laboral Ciudad de la Cultura de electropop bailable y escenografías coloristas, intercalando hits infalibles con temas escondidos en su discografía que sorprendieron hasta a sus más acérrimos seguidores. Nos lo cuenta Germán Castañeda, con fotos de Yeray Menéndez
Un lujo, una maravilla, una mina de oro para programar conciertos al aire libre. Eso es lo que tienen en Gijón a menos de 4 kilómetros del centro. El inmenso complejo de la Universidad Laboral construido en los años 50 (que pasa por ser el edificio más grande de España con sus casi 300.000 metros cuadrados) alberga hoy en día dependencias de facultades, empresas, instituciones… y el centro cultural Laboral Ciudad de la Cultura, que era anoche la parada del Electric Tour que mantiene girando a los Pet Shop Boys desde hace año y medio y que, como ya te habíamos contado, estos días tiene tres citas en España.
Así, dejando atrás un atrio corintio con columnas de 10 metros de altura, rodeados de edificios de inspiración helénica, con la iglesia de planta elíptica más grande del mundo de fondo, el dúo británico iba a salir a escena en la llamada Plaza La Laboral, el inmenso patio central del reciento. ¡¡22.500 metros cuadrados!! Vamos, que lo llaman patio pero allí cabrían dos o tres plazas mayores de capitales de provincia. ¿Has disfrutado alguna vez de los conciertos de los Veranos de la Villa en el Conde Duque madrileño? Pues ese mismo encanto… pero en formato XXL.
Recuperado el aliento tras asumir la magnificencia del recinto (el manido tópico de marco incomparable recuperaba anoche todo su sentido), tocaba acercarse a las primeras filas, algo bien sencillo teniendo en cuenta que no había allí más de 3.000 personas y salían a unos 8 metros cuadrados por cabeza… ¿Hemos usado ya la palabra lujo?
Cubría el escenario un gran telón publicitario del más reciente lanzamiento de los británicos: «Electric. The new album. Out now«, rezaba. Un desfasado detalle (salió hace ya año y medio) que hacía presagiar que la cita repasaría a fondo un disco de solo 9 temas con el que los británicos (y el productor Stuart Price) han recuperado fuelle y se han puesto de nuevo al nivel de sus obras maestras de los 80 y los primeros 90. «Axis«, la intro instrumental del álbum, sirvió para dar puntualísimo comienzo a la cita. Como en su clip, una inmensa proyección convertía el escenario en un túnel por el que parecíamos avanzar a toda velocidad hasta ellos. Neil Tennat y Chris Lowe, 60 y 54 años respectivamente, 30 de ellos facturando himnos de pop electrónico enfocados a las pistas sin dar ellos un solo paso de baile jamás. Ahí estaban, ataviados con unas inmensas chaquetas de grotescos flecos rígidos que bien les podría haber prestado Lady Gaga, y rejuvenecidos respecto a lo que recordábamos de su anterior gira. Como siempre, sin más músicos en escena: uno a las voces, el otro a los teclados y las programaciones.
Sin embargo, y tal y como nos cuentan que sucedió en el SOS 4.8 de Murcia el pasado mayo, hasta ahí llegó la falsa ilusión de que esto era una cita para presentar en directo «Electric» (x2 / Kobalt Label Services, 2013). A pesar de que muchos lo consideramos su disco más redondo desde el «Very» (Parlophone) de hace 21 años, ellos han querido concebir esta gira como una propuesta delicatessen para sorprender a acérrimos recuperando temas mucho más allá de lo obvio. Así que lo primero que nos ofrecieron (aún escondidos detrás del telón) fue «One More Chance«, canción que abría el álbum superventas «Actually» (Parlophone) en 1987 y que ni siquiera fue single entonces. Para más inri, la entremezclaron con el «A Face Like That«, otra canción nunca extraída como sencillo y perteneciente a su unánimemente considerado disco más olvidable de la última década («Elysium«, Parlophone, 2012). Lo dicho, que mientras los fieles (que eran minoría) se dejaban deleitar, los no iniciados y los buscadores de hits empezaban a plantearse si, a pesar del popular precio de la entrada, no habrían malgastado esos 29 euros.
Pero no. Al fin y al cabo, los hedonismo electropop por el que siempre han apostado los Pet Shop Boys y su inagotable cantera de hits, hacen que sea imposible que cualquiera que haya pasado por este mundo en los últimos 30 años no encuentre al menos dos o tres melodías que le toquen los resortes de la memoria y, de paso, le activen el movimiento de sus pies. Con «Opportunities» se retrotrajeron a su disco debut de 1986 («Please«, Parlophone), y la audiencia lo agradeció cantando al unísono como un mantra anticrisis ese «Let’s Make Lots Of Money«. Sin dar tregua, saltaron dos décadas en el tiempo hasta 2006 con «Integral«, su coreable himno contra el todopoderoso control de los estados sobre sus ciudadanos. Y el patio de la Laboral era ya una inmensa discoteca al aire libre en la que no había vuelta atrás.
Sample de Stravinsky para recuperar aliento mientras el dúo se cambia de vestuario, y momento de lucimiento para la pareja que ejercía de delirante cuerpo de baile: cómicas coreografías alucinadas y atuendos coronados por máscaras y sombreros imposibles. En este caso, inmensas calaveras de antílopes. Y así volvían Neil y Chris a escena, convertidos en metálicos antílopes para continuar intercalando dardos infalibles («West End Girls» o «Suburbia«, que aunque tengan 28 años siguen sonando actuales sin necesidad de cambiarles ni un ápice), con regalos inusitados (el «I’m Not Scared» que les escribieron a finales de los 80 a los Eighth Wonder de Patsy Kensit). Y todo ello dejándonos alucinados con los singulares efectos que lograba en el inmenso patio la cuidada iluminación láser. ¿¡Láser!? ¿Pero eso no estaba ya más que superado? ¿No estaba ya todo inventado en láseres hace 15 años? Pues no, para nada.
Sin embargo, hay que reconocer que los británicos terminaban este segundo acto de la noche pinchando. Primero, al optar por «Fluorescent» (el único tema prescindible del álbum que, supuestamente, estaban presentando y del que hasta el momento solo habíamos escuchado la intro instrumental). Después, al acometer una deslavada versión de su habitualmente épico «Somewhere» (canción original del musical «West Side Story«, de Bernstein y Sondheim), de cuyos grandilocuentes pasajes orquestales apenas oímos rastro.
Pero no pasa nada, superado el ecuador del concierto, el ritmo de la noche aún tenía que subir mucho. Así parecía anunciarlo Chris, al reaparecer en escena con la cabeza literalmente dentro de una bola de espejos (la vergüenza crónica de este chico ya no sabe qué inventar para encubrirle…). El bombín de Neil también era, en realidad, una media bola de espejos, y sobre ambas cabezas rebotaban frenéticos los haces de luz en «Thursday«. ¡Menos mal! Por fin otra ración del «Electric«, empezábamos ya a temer que no querían mostrar en público a su última criatura.
Y en esas llegó «Love Etc.» y Chris y Neil se fueron a la cama. Literal. Dos inmensos cubículos imitando dos camas verticales y ellos arropados hasta el cuello. Todo bases pregrabadas y la cabeza de Neil cantando a un alejado pie de micro mientras sobre las sábanas se proyectaban cuerpos desperezándose. Un momento para el recuerdo que volvía a demostrar que los PSB son genios en eso de concebir espléndidos espectáculos visuales con mucho ingenio y cuatro simples artilugios. No llegan en esta gira a la elocuencia lograda con los andamios del Fundamental Tour (2006/2007) ni al juego que le sacaron a los cubos del Pandemonium Tour (2009/2010), pero con solo unos inmensos estores al fondo del escenario, unos proyectores, una pareja de bailarines, dos cubículos y un poco de imaginación en el vestuario y los complementos, demostraron ser capaces de alumbrar unos momentos de psicodelia naif para recordar.
La noche estaba por terminar pero el dúo guardaba aún en la manga varios ases. El hit “Rent” sonó actualizado y entremezclado con la cara B perdida de los 80 «I Get Excited (You Get Excited Too)«. Y siguió «It’s A Sin«, que no necesita de actualizaciones porque parece que nunca va a pasar de moda. Para el cuarto acto, apostaron por el naranja flúor en el vestuario y en una apabullante explosión de confeti con la que, tras «Domino Dancing«, terminaba su versión del clásico de Elvis «You Were Always On My Mind«. Se retiraron, pero todos sabíamos que de allí no se iba nadie sin corear el «Go West«. El público ya lo hacía por sí solo mientras los operarios aún barrían el confeti y sin que sonara ni una nota.
Así que unos minutos después, y por aclamación popular, frenesí final con dos himnos. Ese que han hecho propio y que ya nadie quiere recordar en las voces de los Village People, seguido de «Vocal«, tema de su último disco que ellos mismos definen como un «eufórico himno dance«. Plaza La Laboral era ya un auténtico delirio colectivo a cielo abierto, con camisetas volando por los aires y torsos saltarines al descubierto. Una pena que la noche no pudiera prolongarse in situ. Los PSB habían dejado a la audiencia en pleno clímax y el apremiante desalojo del recinto se antojaba abrupto e inoportuno. Pero suponemos que es lo que tienen los marcos incomparables, que no se pueden convertir en escenarios de raves locas de madrugada…
Quizá el setlist no satisfizo a todos. Quizá a nadie. Ni a los que solo esperaban hits, ni a los fans más devotos, ni a los que se han enganchado a su último disco. Pero es que es casi imposible acertar si solo puedes tocar 20 canciones en hora y media cuando cuentas con una discografía de tres décadas y más de 50 singles. Lo que tenemos claro es que en la noche de ayer hubo, seguro, algo para contentar a todos y cada uno de los que allí estábamos.
