Alejandro Arteche cuenta su visita al Teatro Campos Elíseos, en cuya cúpula se celebra el ciclo Izar & Star, donde bandas consagradas se enfrentan al repertorio de algún artista clásico. Esta vez, unos surferos de Barakaldo, The Longboards, hicieron suyo el cancionero de Link Wray, la leyenda estadounidense del rock instrumental
El viernes 27 de septiembre, como hiciera Tony Curtis en la década de los 60 bronceándose en las artificiales playas de Hollywood, decidimos que no había mejor forma de comenzar el fin de semana que convirtiendo la cúpula de uno de los teatros centenarios del Gran Bilbao en nuestra California particular.
Desde hace ya cuatro temporadas el periodista Jerry Corral está al frente del proyecto «Izar and Star«, un experimento que reúne a bandas de diverso pelaje homenajeando a sus ídolos. No hablamos de bandas tributo sino más bien de conciertos únicos y temáticos hechos por bandas consolidadas al que algunos han sabido sacarle rendimiento. Ahí está, por ejemplo, el caso de Capsula, cuya revisión del «Ziggy Stardust» de David Bowie se preparó para este ciclo y ha continuado con vida propia más allá de los muros del Teatro Campos Elíseos.
Esta vez, el turno era para los barakaldeses The Longboards, trío de surf instrumental a punto de publicar su nuevo trabajo, «Insane Dragster«, capitaneados por un clásico de la escena bilbaína como es Alfredo Romero (Isidoro y su Colección de Puertas Plegables, Yo Soy Julio César)
En petit comité y protegidos bajo la gran bandera roja que preside sus conciertos y a la que llegan a saludar y honrar casi militarmente, Longboards repasaron durante más de hora y media la obra de Link Wray, el surfero más punk. Y es que no esperábamos menos de los de Barakaldo a la hora de elegir repertorio y homenajeado, ya que nos habrían decepcionado si para la ocasión se hubieran decantado por «boys next door» tipo Jan & Dean o Beach Boys. A veces, el cuero negro y los pinchos casan con el salitre y las olas y Longboards y Link Wray eran el matrimonio perfecto.
La película de Tony Curtis a la que hace referencia el título de esta crónica es una comedia amable, blanca y familiar aunque la banda sonora ejecutada por los vizcaínos dista mucho de ser eso y, entre distorsiones, ecos, amplificadores trucados y guitarra y bajo empuñados hacia el público en forma de metralletas como en la época dorada del punk, más bien Longboards vs Link Wray deberían figurar como soporte en alguna cinta del tipo «Surf nazis must die«
No echamos de menos el sol, que para eso estaba el escenario inundado de focos rojos, y bastante calor hacía cuando salimos a la calle, ya de madrugada. Desde el Teatro Campos a la surfera playa de Sopelana hay muchas estaciones de metro de por medio y, aún así, al llegar a casa yo tenía arena en los zapatos. ¿Cómo? Supongo que el espíritu de Link Wray se encargó del milagro.