Nuestra recomendación cinematográfica del mes lleva la firma de Wes Anderson y las voces de Bill Murray, Scarlett Johanson y Edward Norton (se trata de una peli de animación). Más allá de los cines, en casa, también puedes ver la última de Vince Vaughn, «Brawl In Cell Block 99», ya disponible en formato doméstico
Ganador del premio a mejor director en la última Berlinale, descubrí a Wes Anderson hace dos décadas con un film que apareció por los videoclubs sin pasar por cines (los tiempos del VHS -hoy aparecería en internet días antes de su estreno en pantalla grande-). «Academia Rushmore», que así se llamaba el invento, era una crónica irónica y agridulce sobre los idealizados años universitarios que nos presentaba a un director al que, claramente, había que seguir la pista. Irregular, diferente, barroco y abigarrado, Anderson ha ido depurando su estilo todos estos años para, finalmente, haga lo que haga, facturar una película de Wes Anderson.
Así, llegamos a la maravillosa «Isla de perros«, un cuento en stop motion sobre una cuadrilla de irresistibles canes (doblados en la versión original por Bill Murray, Scarlett Johanson y Edward Norton) deportados a una isla repleta de basura por un alcalde adorador de gatos que dice que los perros tienen la rabia, ocultando que hay una vacuna que revertiría dicha situación (¿Les suena la manipulación de las masas mediante los medios de comunicación y la crisis inventada de la gripe A? A mí, tampoco).
Mucho más profunda y política que la estupenda «Fantástico Sr. Fox», Anderson ha tardado un lustro en escribir y ejecutar un proyecto faraónico (670 personas de equipo y un presupuesto ajustadísimo… aunque jamás se note) que incorpora elementos tan dispares que desconcierta, no porque el conjunto se disperse, sino por todo lo contrario, ya que asusta la naturalidad con la que resuenan ecos de Kurosawa, «Los 12 del patíbulo», el aroma de sana aventura a lo Hawks o un humanismo sincerísimo tipo Hayao Miyazaki. Todo ello, integrado con maestría absoluta. Alucinante. Claro que hablamos del director de «El Gran Hotel Budapest», aquella casa de muñecas (para el que firma, una de las mejores películas del ultimo lustro) cuya falsa rigidez provocaba carcajadas en el público avisado.
Resumiendo. Olvide prejuicios que le lleven a pensar que esta pueda ser una película infantil: Nada mas lejos de la realidad. Aquí conviven el Gran Hermano de Orwell, los refugiados, la manipulación mediática y la rebelión social (‘guau!) pero, todo ello, expuesto con sencillez (Anderson nunca ha sido un «chapas»), belleza, ritmo y tino. Y, lo mejor: Expuesto sin pedantería ni moralina. Ya lo decía Billy Wilder: «Uno puede contar lo que quiera, siempre y cuando cumpla la regla de oro: «No aburrirás».
Y EN FORMATO DOMÉSTICO… «BRAWL IN CELL BLOCK 99»
Abonado desde sus orígenes a la comedia gilipollesca («Aquellas juergas universitarias», «Los becarios»), la comedia reivindicable («Swingers») o el error garrafal (el remake de «Psicosis»), Vince Vaughn es un tipo que, vaya usted a saber por qué, nos cae bien (también nos pasa con Will Ferrell, pero eso jamás lo confesaríamos en público). Por eso, nos hemos quedado de piedra al ver como su última película. «Brawl In Cell Block 99«, alcanza los videoclubs (sí,y las plataformas digitales) sin pasar por cines, cuando, atentos, estaremos hablando de una de las películas americanas mas interesantes de los últimos meses. Por partes.
El mismo equipo del western de culto «Bone tomahawk» (aquella perturbadora pesadilla con Kurt Russell) decide juntarse hace un par de años para cambiar radicalmente de tercio. Esta vez, van a hacer una película carcelaria. Adivinen a quién quieren de protagonista. Y lo mejor: Una vez vista, no se nos ocurre a nadie que no sea este Vaughn animalizado y parco, calco del Bronson setentero, dispuesto a sacrificarlo todo por el bien de su familia. Y todo es todo. Pero, como todo buen film, contiene una pirueta final.
Ojo a los cameos de los fabulosos Udo Kier y Don Johnson (memorable su alcaide tarantiniano) en una cinta seca, violenta e incómoda, que recupera las mejores virtudes del cine carcelario de los 70. Consumidores de comedia romántica: ni acercarse.