Sentimos ser tan poco originales. Tras ir a contracorriente en diciembre con la nueva «Jumanji», toca hablar de la peli de la que todos hablan. Pero es que, claro, es buena
Sí, sentimos ser tan poco originales. Ya consumimos nuestro cupo de ir a contracorriente recomendando la nueva «Jumanji» el mes pasado (dato: se acerca a los 10 millones de euros de recaudación, exitazo que nadie esperaba), así que este toca abordar la película de la que todo el mundo habla. Pero es que, además, es buena. Gasten los próximos tres minutos de vida en leer las siguientes líneas (gracias, por cierto) y, después, gasten unos euros en la taquilla de la sala más cercana. Fíense.
Es curioso que el cine de Martin McDonagh nunca me hubiera transmitido nada especial. «In Bruges» (Escondidos en Brujas) me parecía sobrevalorada y «Seven Psychopaths» (Siete psicópatas) directamente una patochada que seguía torpemente la estela de Tarantino. Por eso, cuando en el ultimo Zinemaldi «Tres anuncios en las afueras» («Three Billboards Outside Ebbing, Missouri» en su título original) se hizo con el premio del público, nos quedamos tan sorprendidos como intrigados. Cuando cientos de cinéfilos eligen como favorita una película en el festival de Donostia, generalmente, algo tiene. Otra cosa serían las conchas de oro y demás premios institucionales -eso daría para un libro escrito por Freud-, pero el premio del público suele ser plural y estar desprovisto de prejuicios.
Así que, hace unos días, nos acercamos a la Alhóndiga bilbaína con las expectativas bien elevadas. Mala cosa. Y oiga, que no. Que en el minuto cinco uno esta enganchado a esta madre (Frances McDormand -un uno fijo en los Oscar, ya lo verán-) que busca la verdad poniendo tres anuncios en las afueras de su pueblo. No contamos más, pero aseguramos que el paseo… es adictivo.
Es una de aquellas vueltas por la Ámérica rural que tan bien hacían los Coen cuando aun eran los Coen (ya saben, «Fargo» y similares). Pero, aquí, el milagro es que nos encontramos frente a un híbrido difícil de equilibrar. Porque sí, la historia es profundamente dramática, pero te ríes a carcajadas (bien es verdad que luego, a ratos, te sientes un poco culpable). La protagonista es capaz de defender a patadas en las gónadas -literal- su búsqueda de la verdad, pero luego rompe a llorar cuando un ciervo aparece en su jardín en uno de sus momentos de mayor desesperación. Y es que un aire de western clásico -del bueno- preside toda la función, con secundarios en estado de gracia como Woody Harrelson -envidiable cómo se columpia este tío entre chorradas bien remuneradas y maravillas como esta- o el siempre en el filo Sam Rockwell, actorazo capaz de destacar hace lustros en «Inocencia rebelde» o «Moon» para, después, desaparecer sepultado en mediocridades de todo pelaje.
Resumiendo. Por lo que vale una entrada le van a contar varias historias que transitan por un montón de géneros, con diálogos estupendamente escritos y actores mayúsculos, amén de que podrá presumir ante sus amistades de que «en enero ya había visto una de las mejores pelis del año y estaba claro que iba a arrasar en los Oscar». No dirá que en BI FM no lo ponemos fácil.
Y EN FORMATO DOMÉSTICO… «DANCER»
Ya saben que en esta bendita casa, además de recomendarles que se acerquen al cine al menos una vez al mes (mínimo) también nos permitimos aconsejar que en día de lluvia rescaten en DVD -o plataformas digitales, que de todo hay- alguna maravilla que pasó de puntillas hace meses por las salas. Es el caso de «Dancer«-uno de los mejores documentales del pasado año-, que narra la historia de Sergei Polunin, quizá el mejor bailarín europeo de los últimos tiempos.
Con menos de treinta años, el ucraniano ha estado arriba, abajo y en medio, siendo considerado el Messi de la danza, arrastrando severos problemas de alcoholismo y haciendo televisión en los USA. Y es que hay gente que vive demasiado deprisa. Pero, si por algo destaca el documental, es por ser un brillante estudio sobre lo efímero y relativo del éxito y el fracaso y, sobre todo, lo que uno tiene que dejar atrás cuando la única opción es ser el número uno mundial. Pero ya lo decía Woody Allen: «En la cumbre se está muy solo».