Dentro del programa Music Legends que se organiza cada año en el local de la capital vizcaína, ayer lunes 5 de octubre teníamos cita con una leyenda de las grandes. Y es que el ciclo hacía verdadero honor a su nombre para recibir a una setentona que nos dejó atónitos. Nos lo cuenta Óscar Díez
Jackson Brown, Marianne Faithfull, John Cale, Bob Geldof… El listado de nombres que, desde que comenzó en 2011 el ciclo Music Legends, han pasado por la Sala BBK de Bilbao es de aúpa. Pero la cita programada ayer, lunes 5 de octubre, hacía verdadero honor al nombre del ciclo. La diva del soul Bettye LaVette (Míchigan, EE.UU., 1946), tras más de medio siglo de carrera musical, llegaba a Euskadi para un directo en el que nos regaló 75 minutos memorables que recordaremos durante mucho tiempo. Nos lo cuenta nuestra redactor Óscar Díez, con fotos de la propia Sala BBK.
Teníamos serias dudas de cuánto podía dar de sí una señora (en toda la extensión de la palabra) como Bettye LaVette, que roza las setenta primaveras. Aunque también es verdad que ahí está Jagger con 74, que continúa dando saltos… Pues bien, nuestro veredicto no puede ser más positivo: Con la boca abierta nos dejó la de Michigan cuando apareció con un vestido de gasa negra, un cuerpo felino y unos tacones de palmo. ¡Señor! Hacía mucho que no veíamos siete décadas tan bien llevadas. Nada más arrancar soltó un rugido «tinaturneresco» que nos hizo alucinar; estaba claro que de voz andaba aún mejor que de cuerpo. Casi nada.
Fogeada en mil batallas –cantó en los 80 para la Motown y ya antes había secundado a luminarias del nivel de Otis Redding y Cab Calloway– LaVette estuvo en Bilbao el lunes secundada por cuatro mercenarios (órgano, batería, guitarra y bajo) de auténtico fuste. Arrancó dulzona, con medios tiempos maravillosamente ejecutados (qué difícil estar entonado en lo templado, entre el frío y el calor). Potenciada por la maravillosa acústica de la Sala BBK (recuerden: el antiguo Cine Gran Vía) y por un público talludo, culto, conocedor y respetuosísimo, la pantera se fue creciendo. Versionó con auténtico carisma a Lucinda Williams, George Harrison o Ringo Starr. Pero aquí repararemos en el hecho de que podría haber sido un concierto «populista», y no. El buen gusto de la cantante se impuso para que fuera «popular», porque teniendo versiones de The Who, Elton John o los Stones, nunca se fue a lo fácil, cosa que el respetable agradeció con sinceras ovaciones. Nominada al Grammy en dos ocasiones, nos hizo reír cuando aseguró: «No vendí ni una copia de esta canción en los sesenta pero me gusta, y la voy a cantar, queráis o no«. Y entonces fue cuando oímos a un caballero susurrar: «Menudo carácter«. Pues sí.
En el epílogo, tras hora y cuarto de bolo impoluto, Bettye LaVette reapareció para el reclamado bis. La banda, de uno en uno, la fue dejando sola. Y ella, a lo Raphael, bajó un foco y a capela, se marcó un góspel impresionante ante un silencio reverencial, solo roto por una ovación atronadora al final, con el público puesto en pie. Fue lo mejor de la noche y uno de esos momentos para el recuerdo. Y como le hacían a James Brown, un escudero le sacó de las sombras una capa negra que dejó caer sobre sus hombros. La diva LaVette, vaya nivelón…