El pasado miércoles la banda de Portland actuó en la capital vizcaína junto a The Shrine y Lord Dying para presentar «Whales and Leeches» (Relapse Records, 2013). Lo ocurrido en la actuación nos lo cuenta Antonio Refoyo, con fotografías de Mari Jose Martín
Con tan solo tres discos, Red Fang están cosechando un rotundo éxito que se transforma en llenos como el del Antzoki de este miércoles. Si no se llegó a colgar el cartel de no hay billetes no faltaría demasiado ya que la sala registró una entrada espectacular, inesperada por mi parte, para ver un cartel de tres grupos americanos en el que si Red Fang eran el reclamo principal, sus dos acompañantes eran para la mayoría unos desconocidos.
A cuadros se quedaron algunos con Lord Dying. Esta banda procedente de la misma localidad que la banda principal del cartel factura un metal bastante más extremo de lo que pueden requerir los oídos acostumbrados a la tendencia más rockera. Pese a su dureza, Red Fang no raya este punto de agresividad desaforada. Creo que eso le quitó repercusión a la actuación, ya que su concierto fue bestial sin verse un claro reflejo de ello en el público. Sus riffs demoledores son capaces de descuartizar nuestros cuerpos, mientras que su guitarra y voz esparce nuestras vísceras. Pese a que dejan entrever un deje stoner en algunos de sus riffs, en directo son una banda de tal agresividad que no acabó de cuajar entre el personal, aunque a título personal afirmo que para mí fueron una sorpresa. Imponente la presencia de la banda con un enorme E. Olson que podría tragarnos a todos de un bocado y quedarse con hambre y un batería llamado J. Reid que se mostró colosal. Apenas seis temas, supongo que todos ellos de su única obra hasta la fecha «Summon The Faithless«. Pese a que traspasaron el límite de lo permitido por accesible para muchos de los presentes, impresionante banda.
Posteriormente The Shrine desde California nos traían un rock bastante clásico, sucio y psicodélico tampoco exento de un matiz hostil. Otros desconocidos para muchos, puesto que además su carrera también es bastante corta con tan solo un disco editado, «Primitive Blast«, que salió en 2012, mientras que se anuncia «Bless Off» para este 2014 y del que ya dieron buena cuenta en esta actuación. Soltaron adrenalina, aunque se encontraron como los anteriores con una audiencia, que en ese momento ya poblaba la sala, más a la espera que metida en su descarga. Se centraron en aprovechar su escaso tiempo en escena sin demasiadas palabras, resultando explosivos con una simple formación de trío que resultó del todo eficaz. No les falta originalidad para no quedarse en un más de lo mismo, aportando un atractivo especial en su aspecto descuidado de rock visceral. Mucho más afines a los gustos que podía tener el personal movido por Red Fang, aunque ajenos a convencionalismos, con algo más de respuesta, pero sin suponer ningún gran descubrimiento.
Así que para la mayoría simplemente habíamos estado ante un par de trámites antes del momento de tener frente a nosotros a Red Fang, banda que habíamos podido ver en algún festival pero que ahora queríamos disfrutar en un directo completo, con el calor de su público. No esperábamos, en cualquier caso, una extensa duración de su show. Los de Portland, Oregon, tan solo cuentan con tres trabajos que vinieron a resumir en una hora, casi clavada, de descarga. 60 minutos que pasaron a frenético ritmo con una banda que no dio descanso, que nos atronó con su grueso sonido y que dejó satisfechos a sus seguidores, teniendo ante sí a un grupo con mucho que decir en la actualidad del rock internacional.
Son un grupo que traspasa fronteras de un estilo, aunque muchos los engloban demasiado cómodamente en el stoner. Su propuesta tiene atrezos de pesado metal y si están causado una sensación tal que les lleva a llenar un Antzoki un día lluvioso en mitad de la semana es porque algo especial se ha visto en ellos. Y así los refrendan sus tres trabajos, de los cuales el último editado es «Whales & Leeches» con varias representaciones de temas incluidos en el mismo este concierto como el single «Crows In Swine«, «Blood Like Cream«, «1516» , «Doen«, «Voices Of The Dead» y «No Hope«.
Sin embargo, parece que su anterior «Murder The Mountains» conserva aun un mayor cariño por parte de sus seguidores. Tal vez les enganchan más esos temas o tal vez haya que dejar correr un poco más el tiempo sobre su último lanzamiento, porque las premisas que el grupo sigue esgrimiendo son las mismas con una lógica evolución entre discos. De hecho, a ese gordo sonido que expone la banda siempre se le añade la alternancia vocal por parte de Aaron Beam y Bryan Giles. El primero con una voz más limpia y el segundo completamente rota. El juego que le da a sus temas es fantástico, y cuando se unen demuestran tener muy trabajado este aspecto pese a que pueda buscar la apariencia descuidada.
Se remarcan de esta manera los estribillos de «Malverde» o de «Into De Eye«, en una fase del concierto con el ambiente ya muy caldeado y la gente soltándose en tímidos pogos de vez en cuando. Este vino precedido por «Wires» con una recta final antes de los solicitados bises marcada por la segunda obra de la banda, sin faltar un buenísimo «Dirt Wizard» y «Number Thirteen«.
Y como si de un recorrido hacia atrás en el tiempo se tratara la banda terminó por llevarnos a su homónima primera obra. Bien es cierto que el salto temporal es corto, puesto que esta data de 2009, momento a partir del cual la banda se ha ido convirtiendo en un grupo a tener muy en cuenta, sobre todo a raíz de su fichaje por Relapse Records, con quienes han editado sus dos últimas obras. «Sharks» podría haber puesto el final al concierto, pero la gente insistió en que la banda regresara, algo a lo que respondieron los músicos con agrado para plantarnos en la cara un mastodóntico «Good To Die» y marcharse, como suele ser habitual en sus conciertos, con el pegadizo «Prehistoric Dog«, que a estas alturas de la descarga casi se hacía como un ligero postre tras las sacudidas que nos había infringido Red Fang, pero recibido con los brazos abiertos por sus incondicionales, sabiendo que era la despedida de la actuación. Sin embargo, la grata impresión ya no se borraría entre los asistentes, que salimos de la sala cargados con las buenas vibraciones transmitidas a través las ondas sonoras creadas por estos cuatro tipos.