La crítica «seria y responsable» está poniéndola a bajar de un burro, pero Óscar Díez aboga por dejarse «engatusar» y disfrutar como un crío con este nada disimulado producto palomitero
Sí, lo sé. Ya sé que la crítica seria y responsable está poniendo «Jumanji: Bienvenidos a la jungla» (secuela de la famosa película de Joe Johnston de 1995) a bajar de un burro (también es mas fácil esto que meter caña a Haneke, ojo). Pero es Navidad y, como decía Cyndi Lauper, solo quiero divertirme. Esto es como cuando, de crío, los curas del barrio -Dios mío, ¿cuánto hace que no voy a misa?- te decían que masturbarse te dejaría ciego. Pasa el tiempo y ves que no (era un chiste), aunque ya llegará febrero y volveré a fustigarme con Bergman. De momento, déjenme viajar veinte años atrás y «volver a la jungla» (nota: sí, la canción de Guns & Roses suena al final, pero tras el bolo de San Mamés nos prometimos no volver a hablar de ellos).
Todo comienza cuando, en nuestros días, cuatro chavales son absorbidos por una Playstation -recuerden, paga Sony, en cine nada es casual- y trasladados a una jungla llena de bichos. Pero jungla de las de verdad, no del tipo Isla de los Famosos donde se ve el Sheraton entre las palmeras. Aquí hay tigres, motoristas rollo Max Mad, cocodrilos y una especie que puede aniquilar en segundos: cuñados.
Obviamente, quien busque una cinta que le cambie la vida, debería entrar a «Coco» -efectivamente, es una sugerencia- y no a esta, pero todo aquel que lo único que busque sea reírse -te ríes, sí- y entretenerse con los críos -no me negarán que hay cine infantil que para adultos es intransitable- no debería dudarlo un instante: Esta es su peli de Navidad.
Y es que nos hemos vuelto muy tontitos con el tema del cine de consumo. Vale, cuando yo era niño, el cine popular y palomitero, a lo mejor tenía un nivel que no ha vuelto a tener en los últimos 30 años (hablo de «Regreso al futuro», «Arma letal», «Jungla de cristal» y similares -joer, las vi todas en sitios que hoy son un bingo o una tienda de raquetas-), pero no me negarán que también es postureo despreciar porque sí -en ocasiones, hasta sin verlo- un film tan simpático como este «Jumanji».
Y, ojo, que soy el primero que dice que se le ve el cartón. En su primer tercio copia descaradamente al «Club de los cinco» -ese juntar a un grupito con miembros diferentes para que estalle el conflicto-, a ratos la partitura fusila sin piedad la BSO de «La última cruzada» de Indiana Jones (cinefilia: el padre del director, Lawrence Kasdan, fue guionista de «En busca del arca perdida») y sabe que tiene un valor seguro en Jack Black, por lo que abusa y apura al máximo las posibilidades que brinda el caricato (genial en «Bernie», por si les apetece recuperarla). Es decir, es una película hecha con tiralíneas para gustar. Pero no pasa nada, precisamente, porque lo logra. A poco que uno se deje engatusar, vuelve a tener 20 castañas -solo alguien que pasa la cuarentena usaría aquí la palabra castañas- y se sorprende riendo a carcajadas con las desgracias de estos cuatro montañeros domingueros.
Así que vamos a dejarnos de rollos y de cine nipón en versión original -lo juro, volveré a los Multis en quince días-, vamos a comprar un saco de palomitas y a sumergirnos en esta diversión sana, lúdica, previsible y, en el fondo, reconfortante. El gin-tonic está muy rico, pero qué sería de nuestras vidas sin una cerveza con patatas fritas de vez en cuando. Pues eso.