Antonio Refoyo y Alejandro Arteche (con fotos de Mari Jose Martín) nos cuentan cómo fue el ARF 2014, la decimotercera edición del festival vitoriano. Savia nueva y necesaria junto a viejas glorias que siguen mantiendo el tipo (o no): Scorpions, Blondie, Violent Femmes, The Strypes, Joe Bonamassa, The Stranglers, Wolfmother…
Cierta incertidumbre se respiraba en el ambiente los meses previos a la nueva edición de Azkena Rock Festival. La presencia de Blondie como primer cabeza de cartel anunciado por la organización no satisfizo las expectativas de buena parte del público habitual del festival. A eso hay que sumar la aparición este año en el cartel de un buen número de bandas con una trayectoria aún no excesivamente larga y en principio menos atrayentes para muchos, si bien una vez indagados sus trabajos discográficos, resultaba del todo interesante asistir al recinto de Mendizabala, un año más, a disfrutar de estas propuestas más novedosas dentro de los cánones del rock más duro.
Pero la organización se sacó de la manga cuando nadie lo esperaba la contratación de Scorpions como cabeza de cartel del viernes, provocando que creciera la intención de asistir al festival por un público además amplio y variado en cuanto a gustos musicales. No habrá sido la edición con un cartel más nutrido de nombres verdaderamente relevantes en la historia del rock, y es que cada año las condiciones tampoco son las mismas para la organización, pero se mantiene en buena forma el festival de rock más consolidado del País Vasco y referente a nivel estatal, con una afluencia de un público fiel que mantuvo el evento en unas cifras de asistencia muy considerables.
AZKENA ROCK FESTIVAL 2014 – CRÓNICA DEL VIERNES 20 DE JUNIO
Las nubes de tormenta se nos echaban encima el viernes 20 de junio. Con esa amenaza acercándose desde el horizonte, los que primero atronaron fueron 13 Left To Die. Salieron a por todas, gozaron de un buen sonido pese a ser los conejillos de indias que abrían el primer escenario e impactaron en todos los presentes con su estilo metalero, tal vez algo alejado de la propuesta general del Azkena, pero absolutamente incontestable, como ya demostraron en su trabajo «Seconds Behind» ratificado con un demoledor directo. Arranque muy fuerte.
En el segundo escenario cubierto veríamos otra de las propuestas interesantes de un grupo que tan solo cuenta con un disco editado hasta la fecha. «Furiosity» da fe de la cruda y ecléctica propuesta de los canadienses Monster Truck, que en directo corroboran la categoría de un grupo con un potencial tremendo. Portentosa la voz de Jon Harvey en un sonido grueso que es capaz de acoplar el teclado con elegancia y solvencia. Desde el hard rock, pasando por reminiscencias stoner y algo de blues nos brindaron en la carpa para el agrado de todos. Allí nos refugiamos de la primera chaparrada de la tarde, con rayos y truenos incluidos, lo cual hizo que el buen sabor de boca de las dos primeras descargas del festival comenzara a tener un cierto sabor amargo. Y es que nos iba a tocar mojarnos.
Pero no solo ese fue el mal que trajeron las inclemencias climatológicas ya que el riesgo de tener la tormenta prácticamente encima obligó a suspender las actuaciones de Bombus en el escenario principal, cuando todo estaba ya preparado, y la de Bourbon en el escenario tres. La de los segundos se pudo retomar para la jornada del sábado, pero la de Bombus quedó por desgracia definitivamente suspendida.
Era otro de los grupos que teníamos ganas de ver, bastante más que la de Hudson Taylor, que descargaban a cubierto en el momento más lluvioso de la jornada mientras aprovechamos para echar un vistazo en los puestos de venta donde cayeron un par de vinilos para la colección.
Parecía que lo peor del temporal había pasado, pero no nos dejaba la lluvia, que condicionó también la actuación de Seasick Steve. Este veterano bluesman ya nos impresionó en un Bilbao BBK Live hace no muchos años y lo volvió a hacer en esta ocasión. Aunque deslucida por la climatología, no dejó de resultar embaucador su recital, con chica invitada al escenario y como en él es habitual haciendo sonar de cine sus instrumentos de fabricación casera. Este tío es capaz de sacarle brillo a un par de cuerdas colocadas sobre cualquier tabla. También por supuesto toca la guitarra, aunque esta tenga sus seis cuerdas habituales incluso. Un hombre que se ha curtido como músico en la calle y que en los últimos años lleva una carrera que le ha llevado a colarse en festivales de esta talla como toda una atracción. Terminó fundido con las primeras filas agradeciendo la presencia de todo aquel que decidió mojarse.
Nos refugiamos de la lluvia de nuevo en el segundo escenario cubierto con los míticos The Stranglers repartiendo clásicos del punk rock británico. Banda pionera cuya actuación, sin embargo, resultó algo lineal. Eso hizo que pasáramos de refilón por el tercer escenario donde The Midnight Travellers terminaban su actuación con una versión del «Who Lotta Rosie» de AC/DC.
A eso de las 22:30 llegaba el momento estelar de la jornada del viernes. Scorpions, en su gira de despedida (aunque nadie se lo llegue a creer del todo), pisaban suelo vasco en el ARF. Teniendo en cuenta las buenas crónicas de sus dos actuaciones en Madrid, había muchas expectativas ante los míticos alemanes. Por nuestra parte esperábamos ver a los Scorpions más heavies, pendientes también del espectáculo visual que consigo pudieran traer.
El veredicto es que, sin hacer una mala actuación, los teutones tampoco lograron transmitir esa sensación de estar ante algo tan grande como se supone debe ser ver a un grupo de esta características en directo. Los años no pasan el balde, por un lado. Hubo temas de los mas heavies a los que les noté faltos de chispa, de ritmo incluso. El sonido del primer escenario también pudo ser algo flojo con ellos. Y por otro lado, encadenar baladas como lo hicieron, hasta tres consecutivas en el caso de «The Best Is Yet To Come», «Send Me An Angel» y «Holiday», o comenzar los bises con dos de las infalibles como «Still Loving You» y «Winds Of Change», pueden no parecer las decisiones más acertadas. Al menos, si los seguimos considerando unos grandes del heavy metal. Es decir, sinónimo de energía.
Esos ramalazos más potentes quedaron reservados para momentos puntuales, como «Blackout». Sin embargo, el tema que dio título a una de sus obras claves y de la que echamos en falta más temas fue colocada entre medias del solo de batería de Johan Franzon (sustituto del detenido James Kottak) junto al percusionista Pi TTi Hetch y el solo de guitarra de Matthias Jabs con lo que nunca hubo sensación de continuidad.
En cuanto al espectáculo visual, contábamos con las pantallas que lanzaban imágenes en algunos momentos y un juego de luces que tampoco fue nada del otro mundo. La elevación de la batería pudo ser de lo más llamativo.
Sin dejar de parecer un buen concierto que contó con buenos momentos, como el instrumental «Coast To Coast» con Klaus Meine haciéndose cargo de la guitarra junto a sus compañeros, o clásicos como «The Zoo» en un inicio de la descarga con «Sting In The Tail», seguido de «Make It Real» e «Is There Anybdey There», nunca tuvimos la sensación de ver a una banda plenamente fuerte en escena.
La actuación se levantó en momentos como «Raised On Rock», continuando con «Tease Me Please Me» y resultando de lo más afilado de su descarga «Hit Between The Eyes». Solo quedaba emplazarnos a los grandes himnos «Big City Nights» y «Rock You Like A Hurricane», que levantan hasta a los muertos y que por sí solos hacen al público alzar el puño y corearlos. Una bendición para un Klaus Meine que tal vez ofreció el micro más de la cuenta. Su registro particular sigue ahí, pero le costó salirse del mismo y levantar la voz en más de una ocasión. Aprobado alto, pero lejos del sobresaliente que esperábamos. Aunque no resultó decepcionante, puede que nos excediéramos en las expectativas.
Los que incendiaron la noche fueron Turbowolf, que estaban ansiosos esperando en el segundo escenario el final de la actuación de Scorpions para no dejar que la gente pasara desapercibido el ruido que iba a provenir de allí. La banda prometió vientos de cambio al inicio de la descarga con un estilo esquizofrénico en cuyo barullo hay mucho sentido. Incalificables de una manera sencilla estos tipos provocaron movimiento con su descarga de nervio y adrenalina donde brillaron con luz propia temas como «Ancient Snake», «Seven Severed Heads» o «Read + Write». No se amilanaron ante el desconocimiento general de su propuesta por parte de la parroquia. Pueden hacerse difíciles de encajar si te los llevas enlatados a casa, pero en directo dan mucho juego.
En este segundo escenario quedaba una de las actuaciones grandes del día. Tal vez Unida, la banda liderada por John Garcia (ex Kyuss) debería haber actuado en el primer escenario nada más terminar Turbowolf. No se le hubiera hecho grande, ya que después de Scorpions podían ser los segundos cabeza de cartel del día. Qué categoría la mostrada por este grupo al que por cansancio acumulado no pudimos ver terminar la actuación, pero no sería sin pesar que nos marcharíamos tras ver cómo arrancaban con un impresionante, potente y muy duro «Wet Pussycat», destacando la apisonadora de riffs de Arthur Seay junto a la voz del propio John García. Los que se quedaron hasta el final aseguran que a altas horas de la madrugada el público les pedía más, algo que dice todo sobre lo que Unida ofrecieron para cerrar por todo lo alto el primer día de esta decimotercera edición del Azkena Rock Festival.
AZKENA ROCK FESTIVAL – CRÓNICA DEL SÁBADO 21 DE JUNIO
Pese a los augurios de más tormentas para la jornada del sábado, no sería definitivamente la de la mala suerte esta edición número trece del Azkena, puesto que el tiempo nos respetó en esta ocasión y no hubo que lamentar más suspensiones ni contratiempos de ningún tipo. Bastante más plácida la jornada del sábado.
Nos hubiera gustado hablaros de las actuaciones de Arenna en el escenario tres, banda vitoriana que nos impresionó con su disco «Beats Of Olarizu», pero preferimos centrarnos en la parte final de la jornada, donde había bandas muy potentes. Igualmente, no pudimos ver a las macarras Deap Vally.
Violent Femmes saben hacer una cosa y lo saben hacer bien: rock ‘n’ roll. Somos muchos los que aún recordamos con emoción el maratoniano concierto que la banda hizo en los 80 en «La Edad de Oro» y ahí siguen. Sonido limpio, sencillo y básico. Y No hace falta nada más.
Estábamos un poco expectantes por ver qué tal le había sentado al grupo la reunión, sobre todo al no estar con ellos el batería original Victor De Lorenzo, pero su sustituto Brian Viglione ha sabido aparcar los maquillajes y complementos femeninos usados en las Dresden Dolls para convertirse en todo un redneck que aporrea sin piedad su set de percusión. Con un Gordon Gano impasible ante el micrófono pero feliz de la respuesta de la gente ante los grandes éxitos del grupo y mientras muchos de los que estábamos allí todavía buscamos una explicación del por qué de esas gafas rojas modelo Gloria Swanson a juego con un collar de bolas King Size que llevaba el bajista Brian Ritchie, Viglione se montó su fiesta particular con las baquetas disfrutando en el escenario como un niño el día de su cumpleaños.
Hablando de niños. Vistos de cerca, The Strypes son unos jovencitos muy tiernos con la misma cara mezcla entre susto y expectación que tiene un adolescente la primera vez que queda con una chica o entra en una discoteca. Van impolutos vestidos con todos los complementos que el joven moderno londinense debe llevar. Chapitas en la solapa de la americana colocadas al milímetro, zapatones de rocker del mismo modelo en diferentes colores y casi recién sacados de la caja… Toda la ropa parecía comprada esa misma mañana en la boutique más moderna y molona de Londres (juraríamos que una de las camisas aún tenía el doblez propio de las camisas salidas de fábrica) pero no comprada con gusto, sino comprada en plan «quiero todo lo que lleva ese maniquí del escaparate» o comprada en plan «vengo con una foto de una revista y quiero todo lo que lleva el modelo«. No sé, hay algo en su vestuario que se ve forzado y puesto ahí por un estilista a sueldo. Que los Strypes pasen al lado tuyo y tengas ese déjàvu que tenías en los 80 cuando veías a un moderno de pastel disfrazado fue todo uno. Por suerte, su directo estuvo a la altura de las circunstancias, despejando las dudas de muchos ante estos imberbes mozalbetes irlandeses. Hay futuro.
Joe Bonamassa era uno de los atractivos principales del festival independientemente de su posición en el cartel. La expectación en la repleta carpa del segundo escenario para ver a este enorme guitarrista de blues, rock y del estilo que se le ponga por delante así lo corroboraba. Auténtico recital el ofrecido por él y su banda, con una versatilidad tremenda en su forma de tocar, aparte de aunar técnica y sentimiento. El público entregado a su magia y maestría le llevó en volandas, calor que se dejó notar desde que apareció el guitarrista en las tablas, trajeado y elegante como su forma de tocar las seis cuerdas. «Oh Beautiful» fue la forma de darnos la bienvenida, con un estruendo por parte del público como respuesta. El virtuosismo no solo se centra en su figura, ya que viene acompañado de unos músicos de altura equiparable a la del propio Joe Bonamassa, lo cual es mucho decir.
Lenny Castro, a las percusiones, da colorido y cierto tono de mestizaje en algunas fases a la propuesta; Carmine Rojas, al bajo, es consistencia para dar fiabilidad a cada desarrollo instrumental; la leyenda Takl Bergman, compañero de Bonamassa en el recomendable supergrupo instrumental Rick Candy Funk Party, a la batería, es todo un coloso que se explayó en un espectacular solo en «Love Ain’t A Love Song»; sin quedarse a atrás un Derek Sherinian que no es menos legendario habiendo dejado huella en bandas como Dream Theater y aquí explayándose en el plano instrumental con esta banda de un Joe Bonamassa muy activo en su carrera en solitario y con otras bandas y artistas en los últimos tiempos.
La parte final de su actuación contó con la interpretación, siempre especial en sus conciertos de «Sloe Gin», terminando con la fuerza descomunal de «The Ballad Of John Henry», con parte improvisada en el centro de la composición. Joe Bonamassa respondió ante la expectación y el gran ambiente creado en torno a su presencia en el segundo escenario del ARF.
Debbie Harry y sus chicos (y sus fans) deberían mentalizarse de que Blondie es un grupo del pasado y que su hábitat natural ya solo puede ser Benidorm, Las Vegas o los circuitos de viejas glorias. Llevan sin tener un éxito decente desde 1980 y ya ese disco, «Autoamerican» (exceptuando «Rapture» y «The Tide is High»), no había por donde cogerlo. Sí es cierto que su vuelta en 1999 los puso otra vez en listas con «Maria», pero aquello más bien, y viendo como era el resto del álbum, era un canto de cisne tras la espantada por la puerta atrás que el grupo dio con «The Hunter» en 1982, fecha que podemos considerar como fallecimiento oficial de un grupo que ya llevaba tiempo agonizando.
Los diferentes retornos de Blondie han sido totalmente innecesarios y han pasado sin pena ni gloria. Ni la estéril colaboración con Giorgio Moroder o los dos últimos y aberrantes trabajos pero, claro, si tienes un disco nuevo tu obligación es presentarlo. O no. Hace tres años también tenía disco nuevo en el mercado y su actuación en el Bilbao BBK Live fue un magistral repaso a sus grandes éxitos (versión de Beastie Boys incluida) donde hubo un pequeño espacio para el disco nuevo. En aquella ocasión Blondie enlazaron un éxito tras otro para regocijo de sus fans con un sonido más que aceptable, sin hacer inventos raros y limitándose a los arreglos y al ritmo de la época en los que fueron grabados. Es decir, algo casi perfecto.
Su aparición el pasado fin de semana en el escenario principal del Azkena Rock Festival de Vitoria-Gasteiz, por desgracia, no fue así. No hablamos de un repertorio torpe o mal seleccionado con los éxitos soltados a cuentagotas en los primeros momentos del concierto (momento primordial para engancharte y quedarte -y eso que comenzaron con «One Way or Another”, lo cual es tener mucho terreno ganado de antemano-), pero desde el primer compás el mal sonido ganó la batalla a una Deborah Harry inaudible en el comienzo y escasa de voz y menos ganas en el resto. Los arreglos tampoco ayudaban mucho y el pseudosinfonismo de algunos momentos de «Call Me», dieron mucha pena.
Lo que ocurre con el grupo y su equipo no lo sabemos pero algo debe haber para que la propia organización del festival a pocos minutos de terminar el concierto tenga que pedir disculpas por redes sociales de lo ocurrido y comunicar que desde el primer momento pidieron a los técnicos traídos por la banda que solucionaran los problemas de sonido y estos prácticamente hicieron caso omiso. Bueno, es que pasaron hasta de la propia Debbie, que les hacía señas de que no se oía nada y no la hicieron ni caso.
La actitud de la rubia era de una apatía, aburrimiento y hastío total pero desde antes de comenzar el concierto, ya que por la zona de camerinos se la veía con cara de fastidio y ganas de estar tumbada en el sofá de su casa en vez de ponerse a cantar. Menos mal que en su séquito venía una señora fascinante tan rubia como la Harry y vestida como de boda de alta sociedad de Los Angeles llena de rasos, complementos y taconazos de infarto que a punto estuvieron de hacerla besar el suelo del backstage un par de veces. La amiga protagonizó momentos delirantes con sus paseos y más de uno la confundió con la propia Blondie (aunque no se parecían en nada excepto el color de pelo) asegurando que se había quedado así porque estaba operada hace poco e incluso un par de miembros de la prensa especializada rockera hicieron el amago de lanzarse a por ella como si fueran unaos believers adolescentes. Es posible que el concierto de Blondie hubiera ganado muchos enteros si Deborah Harry se hubiese quedado en su casa y hubiese salido la amiga al escenario a contar sus cosas y pasearse.
Tras la actuación de Blondie, en el mismo escenario, se programaba la presencia de Wolfmother, banda que aprovechó este hecho contando con un nutrido número de personas que en otras circunstancias, con una trayectoria aun no excesivamente larga no hubieran conseguido, aunque cuenten con méritos como haber teloneado a Kiss. Su concierto comenzó con buen pie, con actitud e impactando, pero se terminó haciendo un tanto largo. Nos quedamos con la fase inicial con el público coreando temas como «Dimension» o «Woman». No les faltó apoyo del personal, en cualquier caso y, aunque pienso que algo del gancho de los primeros temas tal vez pudiera haberles venido bien al final de la descarga, no desaprovecharon la oportunidad de mostrarse ante un gran público.
Los gallegos Niño y Pistola se enfrentaban a algo tan complicado como presentar un disco conceptual en un festival a un horario tardío donde muchos de los asistentes ya están tirando de reservas de su cuerpo. La historia del trabajador americano que compra con sus últimos 50 dólares una pistola para disparar al explotador de su patrón es fascinante por sí sola en disco… ¡y en directo!
Sin grandes artificios, exclusivamente acompañados de un sobrio pero elegante juego de luces Niño y Pistola atraparon a la gran cantidad de asistentes que fueron corriendo a verlos tras terminar su pase Wolfmother. Había bastantes seguidores de los gallegos que coreaban las canciones y la gran mayoría de los allí presentes nos dejamos atrapar por un sonido cristalino y casi perfecto y nos preparamos para disfrutar de un viaje maravilloso por las historias que nos ofreció la banda, canciones que son de una belleza que en ocasiones llega a doler. Incluso la parte final con la unión de varios temas del último disco en un encadenado de veinte minutos se hizo corto para muchos que nos habríamos quedado toda la noche disfrutando de la maestría de una de las bandas más elegantes que tenemos actualmente en el país.
Cuando Royal Thunder comenzaron su descarga apenas había nadie en torno al segundo escenario, pero poco a poco se fue acercando el personal a disfrutar de una propuesta original y plena de actitud. Un rock muy visceral que se da la mano con el blues es lo que teníamos entre manos. A pesar de ser unos desconocidos prácticamente supieron ganarse el respeto de los presentes. La actitud y el carisma de su bajista y vocalista femenina impregnan la personalidad del grupo. Se despidieron con un abrazo sobre el escenario muy llamativo, sintomático de cómo habían afrontado esta actuación que celebraron como un triunfo.
El festival lo cerrábamos con Kadavar, un grupo en alza que con sus dos discos está causando sensación. El trío se recogió mucho en el escenario principal con Tiger a la batería ubicado a la misma altura que sus compañeros. Un espectáculo la manera de aporrear de este hombre. Con tan solo dos discos editados la banda alemana tiene argumentos suficientes para volarnos la cabeza. Explosivos temas tan directos como puede ser «Doomsday Machine», pero con espacio para el desarrollo instrumental por parte de tres tipos que suenan como si un regimiento estuviera acometiendo una embestida sobre nosotros. «Liquid Dream» en el comienzo, «Black Snake» o algún tema que recuerda su anterior obra como «Creature Of The Demon» fueron algunos de los temas interpretados en su tiempo de actuación. Explosivos, crudos y con calidad sobrada.
Sin perder los grandes nombres como referencia, este año el Azkena ha dado la oportunidad de disfrutar de muchos nuevos grupos que vienen pisando fuerte en la escena internacional. Alguno dirá que a la fuerza ahorcan y que la organización no ha tenido ocasión de contar con un cartel más plagado de nombres de relumbrón. Probablemente sea cierto, pero bien es verdad que la savia nueva también es necesaria para que esto continúe ya que, como pudimos comprobar, alguno de esos grandes que arrastran a la gran masa van pidiendo un relevo que con el tiempo se irá haciendo más urgente.