Una historia incómoda, correosa y esquinada, impropia de una cartelera dominada por secuelas de remakes de Santiago Segura y por los jugadores de basket azules de James Cameron. No es Navidad todo lo que reluce. Además, en plataformas: «Jimmy Carr: The Best of Ultimate Gold Greatest Hits»
Estrenada en unas fechas demenciales para una película de su perfil, en una cartelera dominada por secuelas de remakes de Santiago Segura y por los jugadores de basket azules de James Cameron, «Mantícora», última cinta de Carlos Vermut, cubre el «nicho suicida» de todo aquel que arriesgue, no se acomode y busque algo diferente dentro de la adocenada y familiar programación navideña.
Autor de uno de los grandes títulos de culto del cine patrio («Magical girl», valiente Concha de Oro en Donostia hace casi una década), fértil en capas y simbología, Vermut vuelve en «Mantícora» a sus obsesiones recurrentes (todos los grandes autores lo hacen y él lo es) con una historia incómoda, correosa y esquinada, que presenta a un monstruo apacible: un treintañero común, casi vulgar, con un secreto perturbador y repugnante.
Lo transgresor de la propuesta es que una parte del espectador llega a empatizar con la desesperada búsqueda de amor del protagonista -sutilísimo Nacho Sánchez-, un tipo «normal» que pulula por un Madrid de bares y plazoletas perfectamente reconocible.
Climática y opresiva, con ecos del mejor cine fantástico (no es la primera vez que Vermut se asoma al terror: dirigió un clip de La Bien Querida hace 3 años), «Manticora» lo tiene difícil cara a la taquilla en un momento en que está demostrado que el público busca cine facilón y escapista, pero sus 4 nominaciones al Goya y su indiscutible calidad la pueden convertir en uno de esos títulos malditos que, dentro de unos años, nos permitan presumir de cinefilia en el típico corrillo de barra de bar con un inapelable «Yo es que ya la vi en cine».
Y EN PLATAFORMAS, JIMMY CARR: JUDÍOS, PEDÓFILOS Y AMAS DE CASA
Famosísimo en Gran Bretaña por saltarse todas las líneas rojas del humor y el buen gusto, celebramos con regocijo esta hora escasa de monólogo grabado hace tres años en Dublín, «Jimmy Carr: The Best of Ultimate Gold Greatest Hits», que sirve como desengrasante de tanta cena de empresa, tanto azúcar, tanto cuñao y tanta felicidad como estamos atravesando.
Es de agradecer en esta época blanca de lenguaje inclusivo y cero ofensa, que un humorista haga humor salvaje -pero inteligente y afilado-sin medir ni las palabras ni las consecuencias. Nada y digo nada, escapa al látigo de Carr: curas, pedófilos, amas de casa, gays y hasta enfermos de cáncer son los blancos (con perdón) de una batería de chistes que provocan tanto la carcajada como el estupor.
Otras veces nos quejamos, pero ésta hay que felicitar a Netflix por el riesgo.
Y, hablando de provocar: ¡Felices fiestas!