Reseñamos el documental de Miguel Ángel Muñoz, cine de superhéroes en las antípodas de Marvel. Además, «Hierve», la historia rodada en un solo plano que lo está petando en Filmin
En ocasiones olvidamos que el invento este del cine fue originalmente una luz sobre una sábana dentro de una carpa. Algo hecho para entretener a las masas, un divertimento popular, barato, básico en el sentido más noble del término.
Charlot en patines. Keaton cayendo.
Lo digo porque ahora, con tanta explosión, tanto ruido, tanta pantalla y tanto instagramer, tendemos a endiosarlo todo.
Las pelis tienen que ser carísimas y durar tres horas. Hay que ser runner, foodie y gamer porque hacer deporte, atizarte unos pintxos y echar «una play» es de gilipollas.
Y en estas, llega Miguel Ángel Muñoz, el cachitas de «UPA Dance», y propone algo que, de puro sencillo, causa estupor: Va a contar lo que ha sido compartir 100 días de confinamiento con su Tata de 97 años (solo 95 mientras rodaban) en un piso de 35 metros en el centro de un Madrid fantasmagórico.
Dudas que me planteaba el documental: Podía fácilmente ser vacuo, no contar nada relevante, ser el típico «vídeo de boda» que no interese ni a los contrayentes. Es más, podía ser incluso peor: el clásico relato Disney con abuelita dentro. Urticaria.
Pero, oigan, sorpresas te da la vida, porque en «100 días con la Tata», Miguel Ángel Muñoz se revela como un excelente cronista, un tipo capaz de encapsular en 80 minutos las cimas y valles de una relación que exige todo tu tiempo (esas noches en vela) y tu energía, pero ojo, que ofrece a cambio carcajadas, ternura y enseña de qué va eso que llamamos vida, algo que nos complicamos a diario con idioteces y accesorios estúpidos.
Una maravilla de película, luminosa, vitalista, profundamente humana, que se beneficia de dos personas genuinas que viven en su isla. Lo que ves es lo que hay, en sus grandezas y en sus miserias. Cine de superhéroes en las antípodas de Marvel, con un tipo de magia que el dinero jamás podrá lograr.
Una gozada.
Y EN PLATAFORMAS: «HIERVE», LA COCINA DEL INFIERNO
Filmin lleva días petándolo con esta película rodada (dicen, aunque uno es de natural escéptico) en un solo plano. En ella, un cocinero y su equipo preparan el servicio de noche en un restorán del centro de Londres. Visitas de Sanidad, críticos gastronómicos, clientes maleducados, alergias… Todo lo que puede salir mal se da cita el mismo día a la misma hora en una historia agotadoramente entretenida en la que se nota que su director, Philip Barartim, fue cocinero antes que fraile (una década en los fogones antes de estar tras las cámaras).
Pese a sus contras (una resolución insípida), sus pros hacen que el viaje merezca la pena. Tiremos de tópico: buen provecho.