Basada en el libro homónimo, la obra teatral «La mejor madre del mundo» viaja al epicentro de la maternidad contemporánea para dinamitar tópicos y estereotipos. Es la más reciente producción del bilbaíno Pabellón 6 y allí estará en cartel hasta febrero
A comienzos de 2019 la periodista y escritora Nuria Labari (Santander, 1979) publicó «La mejor madre del mundo», que enseguida se convirtió en éxito de ventas y libro de culto. No era una novela, tampoco un ensayo; tenía elementos de autoficción sin ser una biografía; mezclaba humor con reflexiones, crónica con pasajes poéticos. El texto era, en apariencia, el «vómito» de las vivencias, sentimientos y temores de una mujer actual desde que decide tener descendencia hasta que esta ha nacido. Y tú dirás: Nada que no se haya contado ya mil veces, ¿no? Lo que cautivó a miles de lectoras y lectores fue la mirada de la protagonista (trasunto de la propia autora). A lo largo de 200 páginas, Labari diseccionaba el mito (o el timo) de la maternidad como nadie lo había hecho: con una brutal sinceridad a flor de piel y lejos de tópicos y supuestas verdades universales. Es decir, sin miedo a meterse en jardines.
El personaje empezaba diciendo que la idea de ser madre se le metió en el cuerpo «como un cáncer»; seguía hablando de la (im)pertinencia de querer continuar siendo escritora una vez se ha parido («la madre es la antítesis del yo creador», no debe «robar» horas a la crianza para seguir creando); y terminaba apuntando que la maternidad puede suponer cierta anulación de la identidad de esa mujer que ya nunca dejará de ser «madre de» (es decir, «satélite de otro ser más importante», nunca verdadera protagonista). Este es el mordaz (pero siempre tierno) universo desacralizador del concepto de maternidad que, ahora en 2021, el Laboratorio Teatral de Pabellón 6 ha querido convertir en obra de teatro (estrenaron el 8 y 9 de enero en el Arriaga de Bilbao y la tendrán en cartel en su propia sala de Zorrotzaurre hasta el 7 de febrero).
El primer (y mayor) reto para levantar esta producción teatral era el de enfrentarse a un libro inadaptable por su propia idiosincrasia. ¿Cómo representar lo que no dejan de ser unas personalísimas memorias confesionales desde el epicentro de la experiencia de la maternidad contemporánea? No hay en el libro de Labari un planteamiento-nudo-desenlace, unos diálogos que den lugar a escenas, ni siquiera unos personajes con entidad más allá de la protagonista (el libro se refiere a esos secundarios simplemente como MiMadre, Hombre o H1). Construir la dramaturgia de «La mejor madre del mundo» ha tenido que ser una ardua tarea de la que, sin embargo, Juana Lor (miembro de Kabia Teatro, actriz, directora…) ha salido victoriosa y demostrando una gran inteligencia.
Con la asesoría del también actor, director y autor Javier Liñera, ella ha cortado, pegado y desechado pasajes del libro sin ningún pudor. Ha recompuesto las piezas a su antojo, reinterpretadas como ha querido, y así, con total libertad, ha conseguido alumbrar lo que es en realidad una nueva obra de ficción que, esta sí, es puramente teatral. Una versión a la que, nos atrevemos a decir, no se puede aplicar el tópico de «el libro estaba mejor». Porque, sobre las tablas, la historia de «La mejor madre del mundo» resulta más cercana y real, fluye más dinámica y se pierde menos en diatribas paralelas que en el libro. Y eso es mérito exclusivo de la adaptadora.
Juana Lor ha sabido construir una historia representable en la que ha intercalo con gran acierto escenas más realistas con otras más poéticas (por no decir fantásticas, oníricas o, incluso, delirantes). Pero sin perder en ningún momento ese tono único (que supura amor y humor a partes iguales) de la autora de la novela. Incluso ha logrado crear momentazos teatrales con los que, en el libro, eran pasajes más bien anodinos (la sesión de cánticos nocturnos para arrullar a la recién nacida insomne) y ha sacado un brillo adicional a otros que ya sobre papel apuntaban potencial (las visitas a la clínica de reproducción asistida o la loca conversación telefónica con Lucy, ese primer esqueleto de Australopithecus con más de 3 millones de años de antigüedad que se considera la «madre de la Humanidad»).
Quizá podemos achacarle una ligera pérdida de fuelle en la parte final, o algunas decisiones en su papel como directora (esa ventana esquelética y anodina, ciertas entradas/salidas de personajes de escena que se antojan algo torpes…). Pero el doble trabajo de Juana Lor (dramaturgia y dirección) es, en general, excepcional. A la altura, interpretando a esa «mejor madre del mundo», está una Leire Ucha inmensa, que no desaparece de escena en las casi dos horas que dura el montaje. En lo trágico, en lo cómico, en lo reflexivo…; la actriz tiene siempre, con una naturalidad desarmante, el gesto y la expresión perfecta para lo que se nos está contando. Tanto, que logra trascender el artificio propio del teatro y dinamita la cuarta pared (no solo porque interpela al público, sino porque uno llega a creer que, más que interpretar, Leire nos está contando su experiencia personal real).
En el resto del elenco, y con varios y variados papeles cada uno, están la popular Karmele Larrinaga (como, entre otros, MiMadre) o Iñaki Maruri (como, entre otros, Hombre). Y destacan especialmente la versátil Eneritz García (entrañablemente desquiciante -como debe serlo- cuando hace de cría) y la divertidísima Haizea Águila, que da vida a personajes que son una suerte de Pepito Grillo de la protagonista y con los que la actriz sabe meterse al público en el bolsillo desde el arranque.
En suma, «La mejor madre del mundo» es un inteligente (y muy divertido) alegato teatral que podríamos resumir en una cita de Jennifer Aniston que no por obvia deja de ser menos pertinente hoy día: «La maternidad no determina el valor de una mujer».
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