La Gazte Konpainia del Pabellón 6 de Bilbao estrena nuevo montaje. En “Cómo domé un caracol en tus senos” convierten el interior de un corazón humano en escenario desde el que diseccionar los males del amor. En cartel hasta el 8 de agosto
Llega el verano y todo el mundo parece querer irse de vacaciones. Hasta los teatros. Con prácticamente todos los escenarios municipales de Bizkaia cerrados (honrosa excepción la del Muxikebarri de Getxo, que sigue a tope), a los que disfrutamos del teatro nos quedan estas semanas estivales pocas alternativas. Una de ellas, el Pabellón 6 de Bilbao, que se ha autodenominado, y con razón, como el «teatro de guardia».
Allí, este verano los más jóvenes han tomado el mando, y es que su Gazte Konpainia ha programado dos producciones propias a la vez. Acaban de estrenar «Cómo domé un caracol en tus senos» (en la sede original hasta el 8 de agosto) y, a la vez, están a punto de reponer uno de sus clásicos en su nueva sala, justo enfrente («¿Qué fue de Ana García?», desde el 30 de julio). De esta última ya te hablamos en su estreno en 2019 (puede leer la crítica completa aquí), así que ahora nos centraremos en la que es la más reciente propuesta de la siempre interesante Gazte Konpainia de Pabellón 6.
«Cómo domé un caracol en tus senos» se nos presenta, según sus creadores, al modo de «un cabaret a corazón abierto». Pero, ojo, un cabaret muy muy especial y nada al uso. Estamos ante un texto de Matei Visniec, autor rumano afincado en París del que la Gazte Konpainia (su 6ª promoción) montó hace poco la destacable «Migraaaantes o sobra gente en este puto barco o el salón de la alambrada». Como veis, los títulos enrevesados son marca de la casa de Visniec. Y esa sería, precisamente, la única pega que le encontramos a este «Cómo domé un caracol en tus senos» que ahora presentan: el texto.
Originalmente era un monólogo de un hombre herido de amor plagado de poéticas reflexiones sobre eso: el amor, el desamor y sus consecuencias. Pasajes oníricos mezclados con diatribas etéreas y con otras situaciones más tangibles. Pero, en ningún caso, unos personajes, una trama o un argumento. Y eso es lo fascinante de la Gazte Konpainia y del equipo tras esta obra; que han arriesgado y se han atrevido a llevar a escena un texto que, de partida, es imposible de representar. Han tenido que crear de cero personajes, escenografía, música… ¡Bravo por eso! Qué orgullo tener profesionales tan jóvenes, tan atrevidos y, a la vez, tan versados y solventes como para encarar semejante reto.
El resultado de este arrojo es, en todos los aspectos que no son el texto de Visniec, fascinante. Las actuaciones (de Aitor Echarte -inolvidable maestro de ceremonias de «Gris. Morirse en Bilbao», obra que, por cierto, volverá a la cartelera de Pabellón 6 desde el 19 de agosto-, Cécile Marquette, Kepa Alesso y Sandra Martín Gómez) son exquisitas (tened en cuenta lo difícil que es no resultar impostado cuando estás recitando un texto seudopoético en vez de interpretando un diálogo al uso). La creación de personajes (que se debe al talento del director Galder Sacanell, en este su primer trabajo en solitario) es de lo más ingeniosa y alumbra sujetos realmente carismáticos.
La escenografía efectivamente cabaretera (de un llamativo rojo sangrante) representa las entrañas de un corazón de una forma innovadora, y casa a la perfección con un vestuario que incluye piezas maravillosas, que parecen sacadas del imaginario de Björk o del armario de Lady Gaga (¡bravo para Betitxe Saitua, diseñadora tanto de la escenografía como del vestuario!). La música y el espacio sonoro (no hay en este cabaret canciones) ha sido creado expresamente (y es además interpretado en directo) por Etxahun Arregi Pikabea y también funciona perfectamente. De hecho, la presencia de Etxahun en escena como un personaje más y alternando múltiples instrumentos es un clarísimo acierto (es más, nos atreveríamos a decir que es una pena que no le hayan dado aún más peso y más minutos tocando en vivo).
Pero, como ya avanzábamos al principio, lo que no termina de fluir dramáticamente en escena es el propio texto original, que la Gazte Konpainia ha respetado y que es, quizá, más adecuado para una lectura reposada, al abrigo de una manta en un sofá un domingo de invierno por la tarde, que para ser escuchado en vivo en un patio de butacas. Y es que el propio título de la función no engaña: «Cómo domé un caracol en tus senos». Si te has quedado ya ojiplático/a al leer el nombre de la obra, este peculiar cabaret poético sin canciones (y su abigarrada sucesión de imágenes abstractas, pensamientos a veces surrealistas y preciosas frases con un punto de magia) no es para ti y, seguramente, se te atragantará. Si, por el contrario, el título te resulta sugerente y atractivo, entonces saca tu entrada; lo disfrutarás.