A sus 87 años, la gran Lola Herrera estrena una nueva obra cuya segunda parada de gira es Bilbao en Semana Grande (Teatro Campos). Antes de su puesta de largo en Madrid en septiembre (Teatro Reina Victoria), hablamos de esta producción en la que todo funciona menos una cosa; una cosa ‘bastante fundamental’: el guion (coescrito por su propio hijo)
Nos la han vuelto a colar. Por tercera vez. En marzo de 2018, Concha Velasco estrenó, a sus 78 años, «El funeral», obra de teatro escrita ex profeso por su hijo Manuel M. Velasco. En julio de 2020, de nuevo la Velasco estrenó, a sus 80 años, «La habitación de María», otra creación de su vástago. Ahora, en agosto de 2022, es Lola Herrera, a sus 87 años, quien estrena «Adictos», un texto escrito para ella por su hijo, Daniel Dicenta Herrera (que lo firma junto a Juanma Gómez, repartamos culpas).
La todopoderosa productora teatral Pentación (con el todopoderoso productor Jesús Cimarro a la cabeza personalmente en los tres proyectos) está convirtiendo esto ya en modus operandi: gran dama del teatro que, pasados los 80, permite que su hijo (sin mérito destacable alguno en la escritura teatral hasta ese momento) ensucie su incontestable carrera con una obra que no está a su altura. Que tú me dirás: «Es que estar a la altura de Velasco o Herrera es mucha altura». Cierto. Por tanto me corrijo, porque en los tres casos son obras que, simple y llanamente, no están a la altura. Punto. Sus argumentos y desarrollos tienen una profundidad de charco primaveral. Y me refiero a un charco primaveral de un desierto, no a un charco primaveral en Bilbao.
Tras su estreno absoluto en Avilés hace menos de 15 días, «Adictos» recala durante la Aste Nagusia de Bilbao en el Teatro Campos (hasta el 25 de agosto – después, desde el 1 de septiembre, estará en Madrid en el Teatro Reina Victoria-). La obra parte, por tanto, de un más que cuestionable guion (por no decir directamente ‘un mal guion’, que eso es más subjetivo). Un texto vacío tras cuya sinopsis no hay prácticamente nada. Porque la idea, el punto de partida, es interesante, actual, pertinente: ¿Cuánto estamos sometidos a la tecnología? ¿Somos realmente libres? ¿Podría el Estado controlarnos fácilmente gracias a dispositivos de uso común? Pero la cosa se queda ahí.
Durante 70 minutos, se da vueltas en torno a la misma idea, sin desarrollo de personajes (la ilustre científica que ha ideado un nuevo asistente virtual -Herrera-, la eminente psiquiatra que la ayuda –Lola Baldrich– y la periodista que se alía con ellas –Ana Labordeta-), sin una verdadera trama y, por supuesto, sin enjundia. Y, así, lo que aspiraba a ser un tratado sociopolítico no funciona siquiera como thriller de acción con ínfulas; lo que creía ser un nuevo «1984» no llega siquiera a capítulo de «Black Mirror» de marca blanca.
Odio, verdaderamente odio escribir críticas negativas. Bastante poco va la gente al teatro y bastante cuesta levantar una producción como para que llegue un imbécil e incite a no sacar entradas. En serio, lo detesto. Por eso intento no hacerlo, por eso escribo sólo de propuestas que creo que merecen la pena y las recomiendo con la misma pasión con la que yo las he disfrutado desde la butaca -las que no me convencen simplemente las obvio-. Pero también tengo claro que no todo vale por hacer taquilla. Y que, como decía, esta es la tercera vez en cuatro años que Pentación nos la cuela con el mismo modus operandi.
Seamos sinceros: ninguna de las tres obras mencionadas habría llegado a montarse si no hubiera sido por el lazo familiar. Y ahí entra un nuevo motivo de cabreo para servidor: ¿¡Cómo es posible que actrices brillantes que lo saben todo sobre el teatro, que tienen el culo pelado de bregar con autores y directores, que han sido ellas mismas productoras que han levantado sus propios montajes, se presten a este juego!? Sí, es evidente, son sus hijos, ya, lo sé, pero cría cuervos y…
Pero terminemos con las notas positivas, que también las hay.
Por supuesto, la inversión para levantar «Adictos» es de altura. Llamativa escenografía entre futurista y brutalista, impecable ambientación sonora, 20 primeros minutos en los que la cosa promete y parece que va a levantar vuelo…
También está clara la dirección, de mano de la gran Magüi Mira (aunque, una duda, Magüi, la discusión-lucha-coreografía de la psiquiatra y la periodista empujando la cama con ruedas, ¿¡por qué!?).
Por último, las actrices, tres intérpretes más que solventes defendiendo como mejor pueden -me temo que a veces con el piloto automático- un texto que no las merece.
Sí, vale, «Adictos» acaba de tener su estreno absoluto hace dos semanas y Bilbao sólo es la segunda parada de la gira. Pensarás que no debería opinar cuando no lleva ni una decena de funciones representadas, porque seguro que al rodar la obra la cosa mejorará. Pues sí, seguro que lo hará, pero es que esos detalles que a fuerza de representaciones se van limando en cualquier producción aquí son lo de menos. Porque todo en el montaje está engrasadísimo, es profesional y funciona; salvo el texto. Y eso no lo arregla una gira, lo arregla sólo una reescritura.