Este mes hablamos de «Itsatsita: Ezohiko musikala» y de “Miguel Hernández, que estás en los cielos”, dos espectáculos que nada tienen en común. Bueno, o sí: ambos son igualmente disfrutables y recomendables. El primero está en cartel en Donostia y Getxo; el segundo, en Bilbao
Llega el verano y, con él, las carteleras teatrales menguan. Los teatros públicos empiezan a pensar en bajar el telón hasta que lleguen las fiestas patronales de sus respectivos municipios pero, por suerte, entre los que aún siguen en activo y la iniciativa privada, todavía tenemos disponibles algunas propuestas para las que merece la pena sacar entradas.
Arrancamos con lo nuevo de Demode Produkzioak, compañía guipuzcoana que el año pasado se alzó con el máximo honor del teatro estatal con un show en euskera. Su «Kutsidazu bidea, Ixabel (Musikala)» (añadieron ingeniosas canciones al fenómeno euskaldun que ya ha sido novela, teatro y película) se llevó el Premio MAX al Mejor espectáculo musical, pues era toda una demostración de saber hacer en ese género. Algo que ahora revalidan con el reciente estreno de «Itsatsita: Ezohiko musikala» (ahora mismo en el Teatro Principal de Donostia -hasta el 19 de junio– y en julio, el día 15, en Romo Kultur Etxea -Getxo-).
De nuevo, y manteniendo el mismo equipo que levantó «Kutsidazu…», apuestan por un material de eficacia probada en vez de por crear una ficción de cero. Es más, esta vez ni han tenido que añadir las canciones, pues «Pegados: Un musical diferente» ya era eso, un musical. Y no lo decimos porque eso denote dejadez o comodidad, sino porque demuestra su buen ojo para recuperar historias de calidad y darles una nueva vida como musicales en euskera, un terreno en el que esta compañía se está consolidando como verdadero estandarte (y en el que, seguro, nos seguirán regalando propuestas reseñables en próximos años). Zorionak desde aquí por el mérito de apostar fuerte -y con capital privado- por un subgénero para el que es difícil abrir hueco en el mercado.
Pero, a lo que íbamos: Hace una década «Pegados: Un musical diferente» fue la gran revelación de la temporada teatral a nivel estatal. Arrancó como un pequeño musical en catalán para tres actores y un pianista/actor secundario y, manteniendo ese equipo reducido, saltó en castellano a Madrid, a toda España y a media Latinoamérica durante años (se superaron las 700 representaciones). El punto de partida no podía ser más chocante: chica y chico se conocen en un bar, deciden tener sexo y, ¡ay qué cosas!, en pleno acto se quedan enganchados, pegados, incapaces de ‘sacarla’ (el nombre técnico del fenómeno es ‘penis captivus’ y, sí, es poco frecuente pero puede pasar).
A partir de ahí, 90 minutos de función en los que ambos, desnudos, piel con piel, se iban conociendo en Urgencias. Aquel ‘modesto’ montaje era un derroche de ingenio y humor inteligente, además de un cuidado guion y una colección de trabajadas canciones (lo pudimos ver entonces en la Sala Cúpula del Campos de Bilbao). De hecho, se llevó dos MAX 2011, incluido el de Mejor espectáculo musical.
Ahora, en este 2022, aquella creación de Ferrán González, Alicia Serrat y Joan Miquel Pérez se ha reconvertido en «Itsatsita: Ezohiko musikala», adaptado al euskera y a nuestra idiosincrasia pero sin perder ni uno de sus muchos logros. El mérito principal es de la televisiva Aitziber Garmendia y de Patxi Barco, sus adaptadores, y él, también director. Ellos han optado por regresar al texto primigenio de 2011 (aparte de la infinidad de versiones de entonces, la todopoderosa El Terrat estrenó hace un par de años una nueva actualización), con especial cuidado en que el encaje de la historia en Euskadi se lograra con mínimos detalles y trabajando, sobre todo, en los giros y juegos del euskera para preservar fidedignamente las letras de las canciones originales. Una, imaginamos, muy ardua labor ya que, en este caso, como en todo musical de calidad, esos temas son realmente el guion y hacen avanzar la historia (no son un mero acompañamiento a modo de coplillas pop de estribillos pegadizos como ocurre en esos poco interesantes musicales ‘juke-box’).
El buen hacer de Garmendia y Barco lo secunda Joli Pascualena en la dirección musical y, sobre todo, el elenco en escena. Paul San Martín como pianista y médico, Ainhoa Aierbe como la enfermera de Urgencias y Xanti Korkostegi y María Redondo como la pareja protagonista (ya hemos dicho que la idea era mantener unido al equipo de «Kutsidazu…»). «Itsatsita: Ezohiko musikala» preserva el descaro y la frescura de la obra original, y también su apuesta por mostrar un encuentro chica-chico desprejuicidado, plenamente igualitario y alejado de los tópicos (y, por tanto, de los micromachismos) que por desgracia tanto abundan cuando la ficción nos habla de las relaciones de pareja. Nos atreveríamos a decir que esta versión hasta eleva el nivel de excelencia gracias a su tratamiento del personaje de la enfermera, que pasa de ser el contrapunto cómico secundario a una robaescenas absoluta.
¡Bravo, Demode Produkzioak! Y no sólo por este «Itsatsita», sino por crear espectáculos para un espectro de edad (de adolescentes a treintañeros) a los que nuestras carteleras teatrales suelen desatender. Y por, encima, hacerlo sin renunciar a la calidad y a un planteamiento, por así decirlo, adulto, que nos permite al resto de espectadores también disfrutar de una propuesta interesante, tanto en sí misma como porque nos sirve de diálogo generacional con esos jóvenes a los que a veces decimos no entender.
«MIGUEL HERNÁNDEZ, QUE ESTÁS EN LOS CIELOS»
La sala Pabellón 6 de la isla de Zorrotzaurre de Bilbao tiene programada este mes (y hasta el 3 de julio) una obra teatral que en nada se parece a la anterior. Es su producción propia «Miguel Hernández, que estás en los cielos», un drama poético que recupera la vida (y los escritos) del -no sé si decir ‘conocido’ u ‘olvidado’- poeta de Orihuela (Alicante). El actor y dramaturgo (y periodista y presentador y showman y seguramente alguna que otra cosa más) Unai Izquierdo se ha convertido ya en un especialista en recuperar personajes más o menos maltratados por la Historia para convertir sus periplos en espectáculos que sirven, a la vez, para dar nueva exposición pública y reconocimiento a sus obras. Lo hizo con maestría en el caso del pintor y activista José Pérez Ocaña (en «Ocaña»), lo hizo con Dalí, con Gloria Fuertes. Y ahora lo hace con Hernández, en este 2022 en el que se cumplen 80 años de su muerte; efeméride idónea para aprender algo más de un autor mucho menos popular hoy que otros de entonces como Lorca, Juan Ramón Jiménez o Vicente Aleixandre.
El guion que ha creado Izquierdo relata de forma cronológica y lineal las vivencias de un pastor que se convirtió en escritor reconocido gracias a todo lo que aprendió sólo, leyendo mientras cuidaba las cabras de su familia. Un autor que, sí, sobrevivió a la guerra civil, pero murió poco después abandonado en una cárcel franquista antes de cumplir los 32 y sin haber cometido delito alguno. La originalidad -y el gran acierto- del montaje está principalmente en cómo los versos de Hernández se intercalan con naturalidad en el guion; siempre pertinentes y en muchas ocasiones, además, musicados e interpretados en vivo y con guitarra por uno de los coprotagonistas, Yeray Vázquez (de la cantera de la Gazte Konpainia de Pabellón 6). Se palpa que Vázquez siente cada palabra en escena durante las canciones.
Otro de los aciertos es el sincero cariño por el personaje y por su obra con el que todo está concebido aquí, no sólo, como ya apuntábamos, el guion y los pasajes más poéticos. La estética, por ejemplo, sobria pero poderosa (tanto también para el director, Gorka Martín, que hace un trabajo sutil pero acertado). En la escenografía el protagonismo se lo lleva un suelo cubierto totalmente de arena y sobre el que el elenco camina siempre descalzo (por aquello que se suele decir de que Hernández fue un poeta «pegado a la tierra»). Y llama también la atención la tenue iluminación, en contraste con los llamativos colores que se van alternando en el telón de fondo según avanza la historia.
En suma, «Miguel Hernández, que estás en los cielos» es una creación bonita en todos los sentidos. Sí, nada más y nada menos que ‘bonita’. Puede que el adjetivo suene pobre o manido, pero no es la intención. Todo lo contrario: me refiero a que el resultado es precioso, de gran belleza, tanto lo que se escucha como lo que se ve, se siente y se vive durante los 90 minutos de la función.
También, claro, gracias a un elenco que cuenta con el propio Izquierdo como protagonista encarnando a Hernández. Le arropan el citado Vázquez, Alfonso Díez e Irene Bau (¡qué hermoso el momento en el que ella canta con Izquierdo!), los tres dando vida a múltiples secundarios que aparecen, desaparecen y reaparecen en el relato. Quizá es ahí donde, en ocasiones, la obra puede flaquear, cuando en alguna entrada/salida de personajes uno no termina de saber muy bien a quién está interpretando cada actor. Especialmente loable es, por cierto, el esfuerzo de todo el elenco, que ha tenido el arrojo de reproducir todos los acentos originales: alicantino, jienense, granadino, madrileño, chileno… Como bilbaíno uno no puede valorar cómo de acertados están en cada una de esas recreaciones, pero la verdad es que el esfuerzo es más que admirable y el resultado, impresionante.
Tanto si conoces y aprecias a Hernández y su obra como si el nombre simplemente te suena de los tiempos del cole, «Miguel Hernández, que estás en los cielos» es más que recomendable. No sólo para (re)descubrir al poeta y su poesía, sino para disfrutar con un espectáculo teatral biográfico original, impecablemente escrito y muy bien construido, que supura esa emoción de las vidas que, aunque inicialmente ordinarias, acaban convertidas en periplos extraordinarios.