Parece que nuestros teatros se llenan de temas espinosos. No, no es un mes para desconectar con propuestas ligeras que simplemente entretienen. «Camiselle», «Galerna» y «Hermanas (Bárbara e Irene)», tres obras desgarradoras que no deberías perderte
La última ejecución por guillotina en Francia tuvo lugar cuatro meses después del estreno de «La guerra de las galaxias». Y es que hay paradojas temporales en la Historia que a uno le fríen el cerebro. Por ejemplo: Cuando los míticos Curro y Cobi ya se habían convertido en alegoría de un país moderno, libre, de economía poderosa y, por supuesto (o supuestamente), absolutamente democrático, de un país que se exhibía orgulloso ante el mundo, aún se robaban bebés en los hospitales españoles. Me pinchan y no sangro. Pero así era. Las tramas de tráfico de recién nacidos, erigidas sobre la connivencia de médicos, personal hospitalario, monjas y políticos para cumplir los caprichos de infértiles familias adineradas, nacieron (se cree) en plena dictadura en los años 40. Y se extendieron (se cree) hasta los 90. Porque todo puede haber estado en vigor aún por más tiempo…
Este largo y oscuro pasaje de la (infra)Historia de España, continúa siendo hoy en día uno de los más desconocidos. Porque solo hace 10 años que salió tímidamente a la luz, con una punta de iceberg personificada en el caso de sor María Gómez Valbuena (imputada pero finalmente no juzgada, ya que murió en 2013) y el médico Eduardo Vela (absuelto por prescripción en una sentencia que decía, textualmente, que era «responsable de forma incontestable» de robar una recién nacida en 1969). Y, toda esta salvajada, relegada a pequeñas menciones en las secciones de sucesos de los medios en pleno siglo XXI. Inconcebible.
El estupor que, seguramente, estás sintiendo ahora, es el que llevó a la compañía de teatro vasca La Pacheca Colective (creadores también de la muy recomendable «Paradigma», de la que ya hablamos en esta sección), a plantearse qué podía pasar por la mente de las personas implicadas, cómo semejante horror podía ser a la vez tan reciente y tan impune. Y así nació «Camiselle«, un guion del vizcaíno Ángel Mirou que enseguida se quedó cortísimo como la pieza de microteatro que inicialmente iba a ser y terminó convertido en la obra que se estrenará el 16 de febrero en la sala Arimaktore de Barakaldo (hay pases también el 17, 23 y 24 de febrero). En BI FM ya pudimos ver la versión corta inicial y por eso no podemos más que recomendarte la que ahora presentan, dirigida por la también actriz Bea Insa (Bea y Ángel son los cofundadores de esta comprometida compañía teatral) y protagonizada por la carismática Loli Astoreka y por Juanjo Otero.
«Camiselle» no pretende exponer ningún caso concreto, no aspira a ser teatro documental, no narra de una forma convencional unos hechos infames. La inteligencia del guion radica en que, tomando retazos de casos reales, de sentencias, de artículos periodísticos, de testimonios de víctimas, presenta a dos siniestros personajes, una monja y un camionero, que van poniendo en escena todo un catálogo de circunstancias grotescas (pero reales). Ambos van exponiendo sórdidas confidencias al negociar la venta de un bebé robado mientras comparten copas durante una noche en un no menos sórdido bar de carretera. Pero la sensación de alucinada intriga se va retorciendo cada vez más. El espectador comienza a dudar de si lo que se están contando son realidades, recuerdos o, incluso, delirios. ¿Quizá todo esto no sea, finalmente, más que un desafortunado y desagradable sueño?
Porque, probablemente, la única forma de indagar en tan tremendo (y nauseabundo) escándalo (y de no lapidar a los implicados desde el minuto uno del montaje), era imaginarlo como una desfasada pesadilla de imprevisto final. Y ese es el gran triunfo de esta compañía con «Camiselle»: convertir en un verdadero viaje emocional para el espectador una trama turbia de claros culpables. Mención especial (y cum laude) para la leyenda de la escena vasca Loli Astoreka (cofundadora de compañías como Karraka), en un papel en el que está, simple y llanamente, perfecta. Una vieja monja de vuelta de todo que lo mismo se toma un cubata que te coloca un bebé robado o se canta algo en el karaoke de un prostíbulo. La voz ajada, el tétrico rostro, la actitud huraña; Loli lo clava todo.
Pero no solo de bebés robados hablaremos este mes. También tenemos hijos suicidas… «Galerna«, guión de la jovencísima Tamara Gutiérrez premiado en el programa Nuevas Dramaturgias (creado por el Arriaga de Bilbao, el Victoria Eugenia de Donostia y el Principal de Vitoria-Gasteiz) también podrá verse estos días en los teatros vascos. La tienes hasta el 24 de febrero en el Pabellón 6 de Bilbao y, ya en marzo, el día 14 en Gasteiz, en el teatro Jesús Ibáñez de Matauco, y el 24 en el Principal de Donostia. Madre, padre, hija e hijo. Comidas y cenas en torno a la mesa del hogar familiar. Dramas cotidianos. Insatisfacción adolescente. Ramón Barea dirige un montaje en el que destaca la labor actoral del prometedor Xabier Barrutia, capaz de brindar una sutilidad y unos matices a su personaje de hijo suicida (y, no, lo de suicida no es un spoiler) que lo proyectan como la gran estrella emergente de la cantera local.
Hermanas en guerra
Por si bebés robados e hijos suicidas fueran poco, terminamos por este mes hablando de dos hermanas inmersas en una guerra a degüello. Porque en «Hermanas (Bárbara e Irene)» (en el Serantes de Santurtzi el 10 de marzo -se anunció para el 8 de marzo pero se va a reprogramar por la huelga-) el lenguaje, las palabras, alcanzan unas cotas de violencia casi inimaginables. Las protagonistas (absolutamente excelsa Bárbara Lennie y soberbia Irene Escolar) no se tocan, no. No llegan a las manos. Pero lo que se dicen, lo que se escupen, lo que se vomitan a la cara mutuamente durante 90 minutos resulta muchísimo más violento. No es broma; servidor necesitó de un solitario y taciturno paseo de casi una hora por la fría noche madrileña para volver a la serenidad mental tras verla en su estreno el pasado mes en El Pavón Teatro Kamikaze.
Esta nueva propuesta de las siempre fascinantes mentes de la compañía Teatro Kamikaze (ahora estrenan «Jauría«, basada en las transcripciones literales del juicio de «la manada» -para que os hagáis una idea de cómo se las gastan; lo de «kamikazes» les va al pelo-), parte de un muy denso (en el mejor sentido de la palabra) texto del genio contemporáneo francés Pascal Rambert (¿recuerdas «La clausura del amor» o «Ensayo«? -esta última, por cierto, en el Teatro Principal de Vitoria el 28 de febrero-). El autor lo ha escrito pensando en estas dos actrices (y en otras dos intérpretes francesas que lo representan a la vez en Francia), adaptando los parlamentos a las voces, inflexiones y tonos de cada una de ellas. Y así es como alcanza la excelencia. Cuando uno, desde el patio de butacas, empieza a confundirse pensando que Irene Escolar y Bárbara Lennie quizá sí sean hermanas, cuando uno comienza a sentirse profundamente incómodo en medio de semejantes reproches, cuando uno, casi casi, no querría estar ahí sentado, asistiendo a un cruce de afiladas frases que, si Bárbara e Irene van a decirse, solo deberían decirse en privado… La experiencia teatral más intensa que uno ha vivido en décadas. Sinceramente.