El batería de los míticos Stray Cats aterrizó en la capital vizcaína para presentar en sociedad el BBK Music Legends Fest, un nuevo festival que tendrá lugar el próximo junio en Sondika con viejas glorias como Nina Hagen, Los Lobos o Niko Etxart. Una fiesta de presentación con un directo que resultó algo decepcionante. Texto e imágenes de Alejandro Arteche, responsable en bi fm del programa Trepidación
La aparición en Sondika de un nuevo festival auspiciado por la misma entidad bancaria que patrocina al Bilbao BBK Live está siendo controvertida. Desde el extraño cartel que bajo el nombre de «BBK Music Legends Fest» reúne nombres tan dispares como Nina Hagen, Amparo Sánchez (en vaya usted a saber qué reencarnación), Los Lobos o Niko Etxart (¿en serio? ¿a estas alturas de la vida?) a los comentarios que gente del sector está haciendo sobre el mismo. Tal y como nos contaba el pasado día 26 el televisivo Félix Linares, «hay mucha gente que piensa que la organización ha comido más de lo que puede masticar«, para acto seguido pasar a contarnos que el segundo día de festival habrá una marcha por la montaña antes de empezar los conciertos, que se celebrarán en un centro propiedad de la entidad bancaria destinado a la atención integral de personas con discapacidad que ahora quieren convertir en espacio cultural los fines de semana.
La incertidumbre de cómo va a resultar todo esto se ampliaba con el anuncio de la fiesta presentación del mismo, un concierto del batería de Stray Cats Slim Jim Phantom que trajo en jaque a todos los tupés bilbaínos. Que si el concierto es gratis, que si es de pago… Las noticias contradictorias se iban sucediendo y por las redes sociales más de uno se puso nervioso al no saber si el público general podría asistir o si se trataba de un evento privado para prensa y amigos.
Y en estas apareció Slim Jim Phantom en el escenario mientras la gente miraba a su alrededor lo cómoda que estaba y el espacio libre que había, y se preguntaba dónde estaba el «entradas agotadas» que los días anteriores aparecía en la web de venta de tickets de Kutxabank. Pero mira, mejor, que de empujones ya estamos hartos y esto se preveía como un concierto para bailar, saltar y sudar. Aunque al final, bailar poco y moverse menos. ¿Dónde quedan las primeras filas que iban de esquina a esquina de los escenarios como mareas humanas? Aquí estábamos todos como el que espera un semáforo para cruzar la calle.
Secundado por The Furious, un par de teddy boys de Liverpool con aspecto ochentero, elegantísimos con sus levitas y botines de esos que comprabas por correo hace 30 años en la tienda inglesa «Shellys» y con un guitarrista casi clónico al Brian Setzer de los comienzos de los Cats que bailó (mucho) y cantó (nada); Slim Jim y su chalequito vintage negro y metalizado diseñado por «La Rocka di Londres» comenzaron atacando una serie de clásicos del rock and roll que iban desde el «Please Don’t Touch» de Johnny Kidd & The Pirates (que algunos rockeritos del público se cantaron de principio a fin usando la letra en castellano que hizo Loquillo para su primer disco), hasta «My Bonnie«, alternándose en la voz Phantom con el contrabajista de los Furious.
El repertorio de Stray Cats que muchos esperaban tardó en llegar y tampoco es que fuese muy abundante. En realidad, el concierto tampoco lo fue, ya que apenas sobrepasó la hora de duración. «Runaway Boys«, un deslavado «Stray Cat Strut» por la nula presencia del contrabajo (en él solo había gritos por parte de la primera fila al técnico para que le subiera el volumen y poder escucharlo, cosa que no ocurrió, claro está) y, por supuesto, «Rock This Town«, que sirvió para cerrar el concierto antes de los escasos dos bises.
Comentarios y caras de decepción a la salida, atropellada como siempre en la Sala BBK, donde parece que a los empleados les molesta que la gente confraternice y ya te están echando casi a empujones cuando el grupo no está ni terminando de bajar del escenario. Algunos hacían chistes sobre el asombroso parecido de cara que Slim Jim tiene con Lou Reed según va cumpliendo años. Otros decían que es una mezcla entre Reed y Jamie Lee Curtis, y otros opinábamos que hubo algunas versiones durante el concierto, que aquello parecía «Qué tiempo tan feliz«, el programa de María Teresa Campos. Mientras, en el hall, el prota de la noche vendía camisetas y baquetas y se hacía fotos con fans, pero, al cuarto disparo de cámara rodeado de tupés en plan cartero real de El Corte Inglés, se cansó y desapareció dejando el marrón a sus músicos, que para eso cobran un sueldo.