Aquí no encontrarás pintxos deconstruidos, idílicas puestas de sol ni surfistas australianos. Una ruta más allá del San Sebastián de los turistas. Los barrios en los que la ciudad de los guiris y de los donostiarras no se solapan
Un enjambre de rascacielos de tonos ocres.
Una estación de topo futurista.
Una ensalada mixta gigante por siete euros.
Una Parte Vieja que cabe en una plaza.
Y un cuartel militar semiabandonado.
¿Dónde está todo esto? ¿En algún rincón desconocido de Hong Kong? ¿En las afueras de Marsella? ¿Seguro que no es Murcia? En San Sebastián hay lugares que nunca saldrán en las guías turísticas, pero que son tan donostiarras como la gilda del bar Vallés. En este recorrido por la periferia se evaporan algunos mitos –Donostia NO es una ciudad llana-, se completa su fisonomía más allá de la curvatura de sus playas y, de paso, se rompe una lanza a favor de una parte importante relegada a un segundo plano.

Va, ¿por dónde empezamos? // Marta Ennes
Solo en los barrios de Loiola, Intxaurrondo, Bidebieta y Altza, todos ellos ubicados en la franja este, viven alrededor de 50.000 habitantes. Sus vecinos representan más del 25% de la población -Donostia tiene 186.000 habitantes-, y en sus casas el rumor del oleaje es el título de un libro de Mishima. Entre Altza y la playa de la Zurriola, por ejemplo, hay cinco kilómetros de distancia.
Arrancamos en uno de los sitios que marcó mi adolescencia: el barrio de Loiola.
LOIOLA
Estudié en el colegio La Salle en la segunda mitad de los años 90, entre 1994 y 1999. Mi mejor recuerdo son las palmeras de chocolate de la tienda de chucherías Maite. El peor, un ambiente político asfixiante. El río Urumea atraviesa Loiola por un costado. Aún se mantiene en pie, vigilante, un enorme cuartel militar donde se alojan 500 efectivos del Regimiento de Infantería «Tercio Viejo de Sicilia» nº 67, según informa la página web del Ejército. En mi época, daba cosa acercarse al cuartel. Era un avispero tremendo. Desde 1995 hasta 2001 los atentados de ETA contra el acuartelamiento militar fueron frecuentes. Ahora los tiempos han cambiado y solo hay líos burocráticos. En 2017 el Ayuntamiento de Donostia acusó al Ministerio de Defensa de impedir urbanizar este islote de 17.000 metros cuadrados. En Madrid, por su parte, se niegan a ceder las instalaciones porque las considera «estratégicas».
Desde este lado del río el cuartel parece el decorado de una vieja película.
Un retrato en sepia.

No es Sicilia, pero también es una isla // Marta Ennes
En el río un piragüista entrena bajo las órdenes de un profesor: «Las manos, las manos, ¡fiuuuum!», grita. Al fondo, en la calle Aralar Mendia, se hace vida de barrio: los niños juegan en un parque infantil y las cuadrillas potean en los bares, entre ellos en el anexo al restaurante Elizalde, donde sirven unas riquísimas costillas a la brasa. Un grupo de dulzainas anima la mañana. Pero lo que ha revolucionado al barrio es una estación de topo con estética de Blade Runner. Gracias a las obras de remodelación del topo, Loiola se ha ensanchado: han unido la zona de villas de Ciudad Jardín con el resto del barrio y han derribado el talud por el que circulaba el tren. También han construido un bidegorri y juegos infantiles. Una pareja de treintañeros sube a su hijo pequeño a un columpio. ¿Qué es lo mejor de vivir en Loiola? “El transporte público. Tenemos topo, tren y autobuses. Estamos muy bien comunicados”, responden.

Próxima parada: Bidebieta // Marta Ennes
BIDEBIETA
Para los aficionados al ciclismo, el Alto de Miracruz es el repecho de la Clásica San Sebastián-San Sebastián. Para los corredores de la Behobia simboliza la entrada triunfal a la ciudad. Aquí se encuentra el restaurante Arzak. Pues bien, bajando de Miracruz en dirección a Irun aparecen varios colegios y un campo de fútbol. A la izquierda se amontonan como pueden los bloques de pisos y rascacielos de colores tenues de La Paz. Esto también es Donostia. Medio escondido entre los soviéticos bloques de cemento aparece como un oasis el parque Salvador Allende.

Bidebieta, el barrio vertical // Marta Ennes
El gran hito de Bidebieta es Kontadores. Lo que en los 90 era un punto de encuentro habitual para grupos de toxicómanos, hoy en día es un centro cultural muy vivo.
Resume un poco la evolución del barrio.
Pero para mí, lo mejor de Bidebieta es un bar. El bar Zumardi (paseo de los Olmos, 22).
Sus bocatas, del tamaño de una trainera, son famosos desde Donostia hasta Errenteria. Cuestan unos seis euros. Mi favorito: el vegetal mixto con jamón york. De la carta, la ensalada mixta es imbatible. Ingredientes a tutiplén, lechuga de la buena y, de nuevo, cantidad suficiente como para saciar a un oso hambriento.

En el Zumardi no se andan con minimalismos // Marta Ennes
ALTZA
Su historia tiene miga. Altza fue villa independiente entre 1821 y 1823 y desde 1876 hasta 1939. Al parecer, su anexión a San Sebastián se produjo por cuestiones económicas. En los años 60 y 70 tuvo un desarrollo urbanístico muy loco y apenas se percibe el viejo aroma rural. Después de Amara, es el barrio más poblado de San Sebastián con más de 20.000 habitantes. En Altza vive más gente que en Hernani o Tolosa.
Llegar hasta la cumbre andando sin sudar la camiseta tiene su mérito. Mejor subirse al autobús número 13, que pasa a todas horas. En lo alto, una Parte Vieja diminuta se arremolina alrededor de la plaza San Marcial. Hay una iglesia -¡de 1390!- y un edificio con solera que es el antiguo ayuntamiento. En su pared se muestra una placa de 2015 en la que se puede leer lo siguiente sobre la opa donostiarra: “En 1939, el pleno del ayuntamiento de Altza, al amparo del régimen franquista, firmó la anexión del pueblo a Donostia-San Sebastián, decisión que fue fuente de polémica (…)».

Altza: ¿Matrimonio de conveniencia? // Marta Ennes
En su día, 100 vecinos se mostraron en contra de la unión. Hoy, serán miles. Desde entonces, los tiras y aflojas han sido continuos. Llevo escuchando lo de “Altza independiente” desde pequeño. Pero, quién sabe, 2018 puede ser un buen año para lubricar relaciones: hay previstos cinco proyectos municipales, más que en ningún otro barrio, entre ellos la construcción de dos nuevos polideportivos.
- Esta es la calle de pintxos de la que todos hablan en Donostia
- El sorprendente Bilbao que no aparece en las guías turísticas
INTXAURRONDO ZAHAR
Últimamente me he hecho fan del bidegorri que atraviesa el este de San Sebastián. Es un paseo muy agradable. Dejas atrás Altza, cruzas el puente de la autopista y te plantas en un parque muy apañado donde puedes hacer ejercicios en esos aparatitos de jubilados tan divertidos. Después, pasas un túnel y llegas a Intxaurrondo Zahar, otro de los barrios que no sale en las guías turísticas.

Fin de trayecto. Por favor, abandone la unidad // Marta Ennes
A un lado verás las vías del tren y pisos modestos de cuatro y cinco plantas; al otro, lujosas residencias de ancianos, villas, urbanizaciones y, más adelante, a la altura de las calles de Intxaurrondo y Txaparrene, algunos bares. Solo si asomas la cabeza y te pones de puntillas tus ojos alcanzarán a distinguir la silueta del Monte Igeldo.
