Getxotarra de origen británico, lleva más de una década al frente de su banda, de plena actualidad por el EP «I’m Gonna Keep On Standing On», donde incluso se atreve a debutar en castellano. Con él estrenamos «De visita», nueva sección para conocer lugares especiales de nuestro entorno en compañía de ilustres invitados
Lleva «muchos años» liderando Smile, pero fue a partir de 2007 cuando «la cosa se puso seria». Hablamos de John Franks, cantante del combo nacido en Getxo para mayor gloria del pop de guitarras con ecos californianos, ese que sabe a sol, playa y salitre; el mismo que rinde pleitesía a los Beach Boys (el nombre del grupo es un homenaje al inacabado álbum de Brian Wilson, no a la banda seminal de Queen), al surf rock y a la psicodelia.
Ahora, están de actualidad por «I’m Gonna Keep On Standing Up«, un EP de cuatro canciones que constituye todo un punto de inflexión al publicarse de manera autoeditada (abandonando la multinacional Warner), presentar su primera composición en castellano «Pum, pum, pum», junto a DePedro) y, sobre todo, tener cierto aroma reivindicativo, de decir aquí seguimos contra viento y marea. «Sí, el disco surge después de querer dejarlo todo, de sentir que no se cumplían las expectativas y que no tenía mucho sentido continuar», nos confirma John frente al Hotel Tamarises, en la playa de Ereaga, donde hemos quedado con él.
A pesar de encontrarnos a comienzos del mes de marzo, hace un día espléndido, tanto, que dan ganas de ponerse el bañador y lanzarse a las aguas de El Abra. Nos aguantamos y optamos por pasear hasta el Puerto Viejo de Algorta, el enclave marinero por excelencia de Getxo y, sin duda, el lugar más fotogénico del municipio. Sus blancas y apiñadas casitas tienen poco que ver con las mansiones con las que uno se encuentra de camino, partiendo de Las Arenas y cruzando Neguri.
Subimos las escaleras de la calle Portuzarra, con la intención de tomar algo en el bar Arrantzale, el «favorito» de John y donde siempre lleva «a la gente de fuera» que viene de paso. Nada, está cerrado, como otros muchos de alrededor. Aún no hemos llegado al mediodía, es entre semana y el buen tiempo ha pillado por sorpresa hasta al Pastor del Gorbea. «Los domingos a la hora del vermut esto es una locura de gente», asegura nuestro protagonista, quien nos descubre otra manera de bajar hasta al puerto, no por la calle principal, sino esquivando edificios por estrechas callejuelas, tan retorcidas como desconocidas para la mayoría. «Aquí muchos se dieron sus primeros besos», asegura.
El bar Portu Zaharra está abierto. ¡Bien! Entramos, hambrientos de hamaiketako, y encontramos una barra con bien de pintxos de tortilla, bonito y jamón. Sin estridencias, vaya. Pedimos dos zuritos y sendas pulguitas y salimos a sentarnos en las escaleras, que no es cuestión de desaprovechar las vistas (del propio Puerto Viejo y de la playa de Ereaga, así como de Santurtzi, con el monte Serantes y el Puerto de Bilbao como referencias. ¡Ah! Y a este mismo lado de la costa, el Restaurante Usategi, hoy cerrado, pero donde John se ha tomado «las mejores cervezas panorámicas»).
«Mi familia procede de Inglaterra, así es», confirma Mr. Franks entre trago y bocado. Es más, resulta que sus abuelos fueron los fundadores del Colegio Inglés (Leioa), uno de los más prestigiosos de la provincia. Sería años después cuando sus padres también decidieran dejar el Reino Unido para instalarse en Getxo, pero con el pequeño John ya nacido (en Weymouth, para más señas). Aún así, no pasaría toda su infancia en la localidad.
«La verdad es que mi unión definitiva con Getxo fue ya de adolescente, cuando me trajeron de vuelta tras unos años viviendo en Ciudad Jardín (Bilbao). Parece mentira, pero estando tan cerca, yo desconocía esta otra realidad. Fue plantarme aquí, ver esto (señala el mar) y sentir un flash instantáneo». Tan fuerte, que ya no se vería viviendo en otro lugar. «No, la verdad es que no, yo de aquí no me muevo». Y eso que su pareja, la presentadora de televisión Adela Úcar (Cuatro) tiene a menudo que trabajar lejos de casa, en Madrid, pero ni con esas. «Ella, que es de Bilbao, tampoco cambiaría Getxo», nos asegura.
Enamorado del mar, John es también un experto surfero. «La sensación que consigues en el agua, flotando, esa conexión con el medio, no la logras en suelo firme. Hay gente que no conecta así con el surf, pero para mí es como una droga», nos confiesa.
El surf y la música son las dos grandes pasiones de este vasco con pinta de «guiri», que siempre ha cantado en inglés «de manera natural». Ahora, sin embargo, acaba de debutar en castellano, como decíamos antes. De camino al centro de Algorta, nos habla de ello. «Nunca me había dado cuenta de que hubiera tanta diferencia entre componer en inglés o en castellano, donde es más difícil decir las cosas de manera literal, quedan peor… o eso parece. No es lo mismo decir ‘I love you’ que ‘te quiero’ (risas). Gracias a DePedro vi todo más claro».
Llegamos a la calle Amezti… y no damos con el lugar exacto donde estaba la mítica sala Gwendolyne. «Os quería traer aquí porque para mí es uno de los lugares míticos de mi juventud. Aquí vi tocar a todas las bandas del ‘Getxo Sound‘ y a grupos indies de los 90 como Buffalo Tom o Teenage Fanclub. Un lujo impensable hoy». Cerrada en 1999, hoy su lugar lo ocupan unos garajes. Tampoco nos fijamos demasiado, no se nos vaya a saltar una lagrimita.
Cogemos el coche y nos plantamos en pocos minutos en otro barrio, Santa María de Getxo, donde John vivió. Aparcamos justo al lado de su edificio más popular, el Molino de Aixerrota (s. XVIII), en lo alto de los acantilados de Punta Galea. Desde luego, las vistas son espectaculares. «Salía de casa, me plantaba aquí y chequeaba cómo estaba el mar para ir a surfear», rememora. «Las vistas son fantásticas, pero más si sigues los senderos y vas paseando por todo el acantilado hasta Sopelana», nos asegura.
A pesar de que el día invita al senderismo, optamos por volver al coche para dirigirnos, justamente, a Sopela. Allí, en esa cercana localidad (tan icónica para los surferos), han grabado Smile todos sus discos («excepto unas sesiones que hicimos en los estudios de Quiksilver de San Juan de Luz»), en los estudios Sweet Saul Music. Entramos y nos encontramos a su propietario, el productor Saúl Santolaria, trabajando con un joven músico. Lo que escuchamos suena a reggaeton, a trap, a música urbana. «Joer, cómo cambian los tiempos», dice, resignado, nuestro enamorado del pop 60’s. Empezamos a trastear por aquí, por allá… la verdad es que Santolaria tiene muy bien parapetada su base de operaciones.
«John, tío, tienes que escuchar esto, es el futuro, por no decir el presente. Tenéis que colaborar», lanza el productor. No vemos a Franks muy convencido, así que nos despedimos antes de que nuestro amigo entre en depresión y decida, ahora sí, abandonar el proyecto. «Quién nos lo iba a decir… ¡y a Saúl! Que todo sería reggaeton… y fíjate». No, todo no. Aún nos queda el mar.