Hace dos años y medio, en el Azkena Rock Festival 2013, nos dejaron con ganas de más. El pasado jueves por fin regresaban a Euskadi para darnos otra ración de gran rock clásico. Los canadienses presetaban su reciente «Future Nostalgia» en un concierto en el que confirmaron que son, simple y llanamente, un bandón. Nos lo cuenta Óscar Díez con fotos de Dena Flows
Hace dos años y medio, en el Azkena Rock Festival 2013, nos cruzamos por primera vez con The Sheepdogs. Eran más de las dos de la mañana, ya habíamos visto a los Black Crowes y dábamos por amortizado el dia -¿el mes?- tras el bolazo de los yankis. Craso error. Con la parrroquia apelotonada en la carpa y el frío vitoriano castigando sin piedad, los canadienses dieron un concierto de precision quirúrgica, brutal, potente. Por contrato solo podían tocar 45 minutos, y cuando se encendieron las luces sin bis, sonó una de las pitadas más intensas que se recuerda en un Azkena Rock. Nos habían dejado con las ganas… Aunque en octubre de 2013 pasaron por la sala Azkena de Bilbao (donde nos los perdimos -¡oooooh!-), el jueves pasado, 19 de noviembre de 2015, el quinteto volvía a Euskadi, esta vez al Kafe Antzokia de Bilbao, y bi fm no estaba dispuesta a dejarlos pasar. Así que allí estuvieron nuestros compañeros Óscar Díez (quien firma el texto) y Dena Flows (las fotos).
«¿Alguien nos vio en el Azkena? Un festival cojonudo«, fue una de las primeras cosas que preguntaron en la noche de presentación por estos lares de su lisérgico, rockero e impoluto «Future Nostalgia«. Famosisimos en EE.UU. por haber sido portada de la Rolling Stone cuando todavía eran el secreto mejor guardado de la música canadiense y aún ni tenían contrato discográfico, los «perros pastores» arrancaron planos, con mucho roll y poco rock; profesionalisimos pero con poco pellizco. «Suenan como en disco -aseguró un colega-, pero lo digo peyorativamente«. Cierto es que su actitud estática en escena -a ratos parecían troqueles- no les ayudaba demasiado a transmitir, pero cuando uno es un superclase, al final se nota (no hay más que ver, a la derecha, a Jimmy Bowskill, el guitarrista de The Sheepdogs).
Discurrieron campestres a lo The Band y llegaron a rozar el blues, y cuando en la cuarta metieron quinta, ya nadie pudo pararles; rock gasolina, boogie ejecutado a machetazos y un público -media entrada un jueves a 23 euros, ojito- que aullaba satisfecho al termino de cada tema. Serios, austeros incluso (uno intuía que estaban a gusto, pero tampoco se podía asegurar), los norteamericanos se retiraron tras 60 minutos de gran rock clásico.
Y aquí hubo un pequeño cisma entre la «rockería» habitual: al volver hicieron versiones, comenzando por una de Crosby, Stills, Nash & Young. Su adorado compatriota Neil. A muchos nos hubiese gustado un cierre con uno de sus temas en vez de la muleta de las «covers», pero también es verdad que el rugido del punteo en el «Down By The River» de Young nos hizo levantar el puño y soñar. Y de eso va el rock and roll. Que vuelvan pronto. Menudo bandón.