BIFM
Entrevistas

20 años de Fever Bilbao: «No sabíamos si íbamos a durar tres o cuatro meses»

Abrir un club de 4 salas y 1500 personas y hacerlo con música alternativa sonaba muy arriesgado, pero, ¡funcionó! Hasta que dejó de hacerlo.

Ambiente en Fever // Santana 27
A finales de 2005 abrió en el bilbaíno barrio de Bolueta, en medio de un desolador polígono industrial, una discoteca con ¡cuatro salas! y aforo de ¡1.500 personas! que pretendía llenarse cada sábado a base de indie rock, tecno-pop, electrónica no comercial y música negra. No, nadie daba un duro por el proyecto, pero…

De Paulina Rubio a Bad Bunny; de Europe a Limp Bizkit; del censurado C. Tangana a J. Balvin. De ninguno de ellos se acuerda Adrián Medrano cuando le preguntamos por los conciertos más memorables que ha albergado Fever en sus 20 años de andadura, pero todos esos grandes artistas han estado en ese tiempo en el bilbaíno barrio de Bolueta, en ese pabellón del número 27 de la calle Telleria, ayer en medio de la nada de un decadente polígono industrial que hoy rebosa actividad entre hipermercados, gimnasios, una fábrica de cerveza o la también discoteca y sala de conciertos Mytho, creada posteriormente y que ahora planea su ampliación.

Sí, era muy diferente el entorno a finales de 2005, cuando se inauguró el club. La sala que lo alberga, Santana 27, había abierto un año antes como recinto para actuaciones musicales en directo, pero no como reclamo noctámbulo. Eso ocurrió después, cuando el mencionado Medrano, con experiencia como promotor de fiestas souleras y de pequeños conciertos rockeros (y al frente entonces del Bullitt de la calle Dos de Mayo), en compañía de sus amigos del colectivo electrónico No Data, José Vicente López (DJV Sound en su faceta de pinchadiscos) y Javier Franco (Auto), recibieron el encargo de programar allí sesiones de DJ de manera continuada.

Pensaron en cuatro espacios diferenciados: el principal, donde se venían celebrando los conciertos, sería la sala Gold y allí programarían pop-rock (con coartada alternativa). La música negra, de la cual era fanático Medrano, tendría cabida en sus más distintas formas (hip hop, reggae, soul, funk, dub) en la sala Black, anexa a la sala grande. En el piso de arriba, en la sala Blue, electrónica de calidad con vistas a la pista central. ¿Y abajo, en el hall de entrada? Ahí iría la sala Pink, orientada al público más pop, moderno y del colectivo LGTBQ+. De su programación se encargaría José Luis Rebollo, también conocido como Madelman (cuando firmó «Palais» -una de las cimas de la electrónica noventera made in Spain-) o Madel (cuando pinchaba en sitios como el recordado y loquísimo Arrebato del Muelle Marzana), y mitad del dúo tecno-pop Chico & Chica, tan divertido y original como extravagante. Todo cuadraba.

Sí, pero, ¿quién narices iba a ir hasta Bolueta, pillarse un metro, andar 15 minutos? Y estar ahí, hasta las tantas… sin nada más alrededor… depender del metro, o del coche… Sonaba muy arriesgado y, francamente, absolutamente nadie le auguraba futuro al proyecto. Sobre todo, cuando su línea estilística se alejaba tanto del «mainstream» y el sitio estaba diseñado para reunir a 1.500 personas. Casi nada.

Pero, contra todo pronóstico, funcionó. Y fue al menos un lustro lo que duró el éxito de la fórmula original, hasta que el público inicial fue siendo reemplazado, de manera gradual, por otro, más joven, que tenía poco de «indie» y más de «urbano» o «latino». Sí, amigos, el reggaetón entró con fuerza en nuestras vidas y también en la de Fever, que fue amoldándose a lo que los asistentes requerían, para mantener su estatus de reclamo esencial de la noche bilbaína.

Hemos hablado con Medrano, también conocido como DJ Santo, para saber más de estos 20 años de Fever. Tenéis su programación en www.fever.es.

¿Qué balance hacéis de estas dos décadas?

El balance es muy bueno. Simplemente, el hecho de haber llegado hasta aquí ya es una buenísima noticia. Si, encima, lo hacemos en buena forma, con la dificultad que todo esto conlleva, pues muy contentos.

Adrián Medrano y Jeff The Automatic // Fever

Con todos los vaivenes de la hostelería, la noche, los modelos de ocio y los cambios generacionales…

Cuando llegamos, veníamos sin ninguna intención de durar más o menos. Evidentemente, sabíamos de la dificultad de movilizar a la gente a una discoteca tan grande en un polígono, en una época en la que la gente se movía poco de Bilbao. Coincidió con una coyuntura especial en la noche bilbaína, con los cierres horarios de 2003, 2004, 2005… y hacía falta un lugar en ese momento. Tuvimos el don de la oportunidad en eso, pero no sabíamos si íbamos a durar tres, cuatro cinco o seis meses, así que todo nos desbordó absolutamente. Los números que se consiguieron en ningún momento se habían planteado.

Está claro que Fever se ha ido adaptando, musicalmente hablando. ¿Ha sido una evolución progresiva y natural, sin sobresaltos, o ha habido que tomar muchas decisiones y darle muchas vueltas? 

Ahora mismo contamos con tres salas, pero originalmente eran cuatro, por lo que siempre ha habido variedad musical. Cada sala ha tenido sus evoluciones y cada música también ha tenido su propia evolución, con cosas que han ido desapareciendo y apareciendo. Hemos intentado hacernos a todo progresivamente, dando oportunidad a las cosas para que se recuperaran, o no, e introduciendo nuevos elementos para testar y ver cómo podían funcionar. Esa es una de las claves del éxito, el poder apostar por varias cosas a la vez: nunca perdías un público del todo y podías ir ganando otro.

loo placido_fever_bilbao_2013_bifm

Loo & Placido en Gold Fever

Como recuerdas, nacisteis como un club con 4 salas, en cuya sala grande, para 1.000 personas, apostabais por el rock alternativo. No voy a decir “indie”, de lo manida y vacía de sentido que está la etiqueta hoy, pero llenabais a ritmo de Franz Ferdinand, Strokes, Los Planetas o Nirvana. ¿Cómo se os ocurrió esa majarada y por qué piensas que funcionó tan bien?

En ese momento había una eclosión a nivel nacional de clubes de música alternativa, de esa escena independiente que nació y creció en los 90 y que en los 2000 se hizo mayor y que no ha parado de crecer. Esa sala era la Gold y estaba orientada a los grandes éxitos, no tenía por qué estar orientada a una escena o a otra, realmente sonaban desde los Beatles hasta el último hit de los Chemical Brothers, por lo que la variedad era amplia, pero siempre con un leitmotiv. Las cosas han cambiado mucho, sí.

Funcionó tan bien la idea que empezasteis a abrir también los viernes… 

En esa época los universitarios organizaban fiestas en muchos locales y nosotros teníamos uno muy grande para fiestas de ese tipo. Fue por eso, básicamente, y abríamos una, dos, tres salas… las que hicieran falta, dependiendo del caso. Se organizaban de una manera que ya es impensable, pero funcionaban muy bien.

La música en directo también ha sido una seña de identidad importantísima.

Santana 27, como sala de conciertos, ya existía un año antes de la apertura de Fever. Ahora la llevamos también nosotros, pero esa parte la llevaba otra gente con la que trabajábamos codo con codo. Ahora mismo se hacen muchos más conciertos, es una época de bonanza para ellos. Pero sí, son cosas separadas, la sala de conciertos y el club.

fever10 jspx2

Jon Spencer Blues Explosion en Fever

¡Pero es que plantabais un concierto en mitad de la noche, a las 02:00 de la madrugada, en horario de club! Hoy suena a ciencia ficción… ¿Cómo se os ocurrió eso? Entiendo que la barcelonesa Razzmatazz fue un poco el modelo.

Cuando planteamos la programación, veíamos que los DJs podían tener su tirón tanto en la escena electrónica como en la de la música negra, pero en lo que a la escena alternativa, independiente o rockera, el traer bandas podía darnos público y prestigio para lo que estábamos intentando hacer: un club musical con máximo respeto a la música, a todo lo que significa y a todo lo que ha significado siempre. Era el reflejo de lo que sentíamos que teníamos que hacer y, sí, Razzmatazz ya lo hacía y en ellos nos fijamos.

¿Qué conciertos destacarías, tanto en horario de club como en horario propio?

Personalmente, destacaría a !!! (chk chk chk) en el segundo aniversario, que fue un petadón muy guapo, tuvimos a Delorean y a We Are Standard varias veces… esos, en horario de club. Como conciertos propiamente, de aquella primera era destacaría a Violent Femmes, que fue increíble, o las épocas de los Wintercase, festival que nos trajo a Editors, The Spinto Band, Kaiser Chiefs, Bloc Party… pero es que hemos tenido a Paul Weller, a Jackson Brown, a Patti Smith, a The Charlatans, a Hellacopters, a Gluecifer, a Turbonegro, a The Pains Of Being Pure At Heart, a Jon Spencer Blues Explosion, a Vetusta Morla, a New Model Army, a Anthrax, a The Waterboys, a Fleet Foxes, que fue la hostia… ¡Es que son demasiados!

Más allá del indie y del rock, Fever también apostó, como recordabas, por la música negra y por la electrónica de calidad, con sendas salas dedicadas a esos sonidos. La Sala Blue, sobre todo, creo que es un referente hoy.

Sí, en esa época no existían los clubs de electrónica de nivel en la ciudad, ni por tamaño, ni por equipo, ni por programación. Fue uno de los aspectos que vieron claro mis socios, Javi y Jose, gente que venía de organizar un montón de eventos en diferentes lugares y horarios, en varias discotecas y teniendo ellos varias residencias, de meses en algunos sitios, pero sin la continuidad que podía dar Fever. A nivel de música negra, había cosas esporádicas, pero no un lugar específico al que ir cada semana. Se consiguió que viniera un montón de público que podía disfrutar en Bilbao de cosas que hasta entonces solo podían experimentar en grandes ciudades, cuando alguien estaba de viaje e iba a fiestas en Berlín, Londres o Nueva York y a la vuelta lo contaba. Esas cosas, de repente, pasaban en Bilbao. Era un parque de atracciones musical y la gente agradecía poder cambiar de estilo, de música, de ambiente.

fever10 josevicente

DJV Sound en Blue Fever

También apostasteis por el pop más desprejuiciado, con una Pink Fever donde lo mismo sonaba el tontipop más underground que el dance pop más masivo, con bien de divas, drags y petardeo. El hall de entrada era todo un canto a la diversidad. Qué bonito era encontrarse con toda esa locura nada más entrar.

Sí. Madel, una leyenda de la producción electrónica y también del pop más desprejuiciado, era la persona perfecta para llevar a cabo ese proyecto: dar a la escena gay más moderna un espacio donde poder desarrollarse en diferentes aspectos. La música era importante, pero también era una escena, una forma de entender la vida, de entender la diversión. Fue maravilloso, tiempos muy guapos, la verdad.

Con todo, Fever fue un batiburrillo imposible que, sin embargo, lo petó. Muchos asistentes disfrutaban casi por igual en todas sus salas. ¿Crees que, aparte de acercar a la ciudad nuevos sonidos, estéticas y escenas, lograsteis entendimiento y buen rollo entre todas ellas?

Sí, claramente creo que sí. Los que somos melómanos y hemos estado más o menos implicados en la vida musical de la ciudad desde jóvenes, cada uno con su estilo y sus cosas, pudimos encontrarnos en un mismo espacio y desarrollar allí nuestras inquietudes, con un montón de DJs de la ciudad que pinchaban aquí distintos géneros, y un público con mente abierta que podía disfrutar de diferentes cosas y bailarlas con solo dar unos pasos de una sala a otra. Se apostó por hacerlo variado y de calidad.

Ojete Calor en Fever Bilbao.

Ojete Calor en Pink Fever

¿Y qué pasó con todo aquel público y por qué no hubo relevo generacional cuando, se supone, el llamado “indie” goza hoy de mejor salud que nunca, con festivales masivos, artistas en grandes recintos y la propia ciudad como referente con un macrofestival importantísimo?

Sí… ahí hay un vacío, pero es que yo creo que el club fue fagocitado por las masas. Aquellos que en un principio venían y llenaban el club y le daban identidad, al de unos años, unos cinco, que tampoco estuvo mal, pues ya venía menos. Ellos se hicieron mayores, el efecto novedad se había pasado, el empuje del reggaetón llegó con muchísima fuerza con la gente más joven… Durante un tiempo, hubo público que demandaba reggaetón y no se lo poníamos, porque no encajaba en lo que habíamos planteado en 2005 y nos funcionaba. Pero esa gente empezó a tomar el club y a hacerlo suyo, mientras el público anterior entraba en edades de mayores responsabilidades y de otra forma de entender la vida… teniendo hoy otros horarios y otra forma de salir. Siguen viniendo, sobre todo a conciertos, y puede que se queden a tomar algo en la afterparty, pero sus horarios no son los de altas horas de la noche. Realmente, los conciertos de indie funcionan hoy muchísimo mejor que hace 20 años. Algún granito de arena habremos puesto para ello, espero.

¿Qué ofrece Fever hoy y qué crees que ofrecerá en el futuro? ¿Hacia dónde va la noche y hacia dónde va la chavalería?

Ahora mismo, la juventud es absolutamente transversal en cuanto a etnias, razas, estilos y gustos, es muy diferente a la de hace décadas. Hay mucha más diversidad y la noche y la juerga se han mestizado muchísimo. La sociedad es diferente y la juerga también lo es. Por otro lado, la electrónica ha vuelto con fuerza, con el hard techno pegando fuerte, también el drum & bass, que siempre fue minoritario… las cosas van cambiando y, como decía antes, nos vamos adaptando, tratando de dar cabida a diferentes colectivos, sensibilidades y formas de entender la noche.

fever10 teaparty

Las Tea Party en Fever

¿Y hacia dónde va Bilbao y cómo ves su vida nocturna y escena musical y/o de club?

Ahora mismo tiene variedad, variedad en horarios que antes no tenía, con los tardeos y tal, una generación que quizá no sale de noche pero que llena garitos de día. Ahora hay más culto al cuerpo, a cuidarse, los hábitos sociales son más sanos, ya no nos relacionamos en los bares sino en las redes sociales… todo ha cambiado muchísimo en estos 20 años, pero nadie sabe hacia dónde va. Podemos tener sorpresas. Fíjate la pandemia… Creo que seguimos siendo juerguistas, yo lo soy, en nuestro ADN va la relación social, pero en esta era digital no sé si estamos destinados a serlo menos, a ser más… ¿europeos?

Arriba