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Puro teatro (marzo): Dos obras para honrar a quienes abrieron camino al colectivo LGTBI+

«Rey desnudo y chico muerto» y «La Tarara» coinciden en las salas vascas, homenajeando a aquellas personas que lo tuvieron mucho más difícil.

Ituño y Errasti en "La Tarara" // Hika Teatroa
«Rey desnudo y chico muerto» y «La Tarara», que coinciden este mes en las salas de Euskadi, homenajean a aquellas personas que lo tuvieron mucho más difícil que nosotres

Durante la obra «Rey desnudo y chico muerto», el joven protagonista se pregunta: «¿Cuál es el mayor logro de la población LGTBI+ en la actualidad?». Y se responde: «La luz del sol». Sí, poder manifestarnos tal y como somos no sólo en las sombras y en la noche, sino también en las calles durante del día, es nuestra principal conquista. ¿Nuestra? ¿Realmente hemos sido nosotros, la población LGBTI+ contemporánea, quienes lo hemos logrado? Como bien muestra la mencionada obra: No, nada de esto habría sido posible sin todes los que vinieron antes: quienes osaron salir a esa luz del día en épocas pretéritas, quienes pusieron sus cuerpos como escudo frente a la intolerancia, quienes desafiaron a sociedades en las que todo lo que se saliera de la norma era borrado. Por eso es tan importante reconocerles el mérito y conservar su memoria. Y por eso es un gusto ver cómo en la cartelera teatral vasca coinciden ahora dos propuestas que homenajean a aquellas personas que lo tuvieron mucho más difícil que nosotres.

«Rey desnudo y chico muerto» // Pabellón 6

Empecemos por esta «Rey desnudo y chico muerto», en cartel durante todo marzo en el Pabellón 6 de Bilbao. Se trata de la más reciente producción de la Compañía Joven de dicha sala y ha sido creada íntegramente por un jovencísimo equipo que nos hace recuperar la fe en el futuro: no sólo por su sincero compromiso con temas sociales de calado, sino por su valía profesional como futuro del teatro vasco. La obra nos habla de dos jóvenes bilbaínos de hoy en día que quedan en el Parque de Doña Casilda para conocerse… y algo más. En su encuentro se irán intercalando diversos flashbacks de personajes reales (pero borrados de la Historia) y de ficción: el emperador romano Heliogábolo, la poetisa griega Safo de Lesbos, el rey Federico II de Prusia, un chico gay bilbaíno en los duros años 80 del SIDA… Todes, ejemplos de esas generaciones LGTBI+ que, de una u otra forma, se ‘sacrificaron’ para que nosotres pudiéramos disfrutar de esa luz del sol de la que hablábamos al comienzo del texto.

La propuesta tiene muchos elementos destacables. Lo primero, y más obvio a los ojos del público, es el elenco. Itxaso Gil, Sara Barroeta, Jon Casamayor y, sobre todo -al ser los que más tiempo pasan en escena-, Josh Ortiz de Zárate y Arnatz Puertas son los cinco nombres con los que debes quedarte para seguirlos de cerca en el futuro. A todos los habíamos visto ya en obras de la mentada Gazte Konpainia o de la barakaldarra Arimaktore, y todos vuelven a demostrar aquí que la Gazte es garantía de intérpretes que, a pesar de su insultante juventud, cuentan con una formación y un nivel profesional que ya quisieran muchos grandes consagrados de las tablas estatales.

Jóvenes aunque sobradamente preparados // Pabellón 6

También nos llamaron especialmente la atención otros dos aciertos de «Rey desnudo y chico muerto» que, a la vez, son armas de doble filo. Por un lado, la ambición del montaje, comandado por el también jovencísimo Iñigo Cobo (autor y director -al que acompaña como ayudante de dirección Gorka Etxeandia-). Su intención como creador no ha sido relatar la historia concreta de estos dos chavales bilbaínos, sino crear un verdadero tratado con el que las nuevas generaciones agradecen con cariño y resarcen el honor de quienes les precedieron. Por eso esta suerte de ‘obra magna’ resulta valiente, osada -en el mejor sentido del término y como corresponde a la edad de su equipo- y loable. Pero por eso también su magnitud (todo lo que quiere abarcar el texto y la duración resultante de la función) hace que en momentos puntuales se disperse.

Algo parecido ocurre con la escenografía y el atrezzo, obra de María Casanueva y Susana Díez. Un gran e irregular andamio preside la escena rodeado de decenas de objetos entre los que cabe lo meramente decorativo, lo alegórico, el utillaje utilizado por los personajes… El conjunto es de un potente impacto visual. Y el juego que todo ello da en escena es casi infinito. Es otro gran acierto de la función, sí, pero también tiene su reverso y puede resultar una trampa. Tanto para los intérpretes, que suben, bajan, merodean y hasta realizan un par de innecesarias coreografías desmontándolo y remontándolo; como para el público, al que en algunas escenas puede despistarle más que atraparle en lo que se está contando.

Cartel de «Rey desnudo y chico muerto» // Pabellón 6

Lo dicho, que hasta el 27 de marzo tienes, en Pabellón 6, tres funciones semanales de «Rey desnudo y chico muerto», la producción teatral vasca que no debes perderte este mes. Aunque estamos convencidos (aquí queda nuestro pronóstico por escrito) de que volverá a la cartelera más adelante. Lo merece.

LA TARARA

El más reciente trabajo de los guipuzcoanos Hika Teatroa va también en esa línea de honrar a quienes abrieron camino al colectivo LGTBI+ sufriendo. «La Tarara» es un guion de la valenciana Josi Alvarado que la fundadora de la compañía, Agurtzane Intxaurraga, dirige y adapta con gran acierto. Del Alicante de los años 70 del texto original pasamos al barrio bilbaíno de San Francisco de la misma década. Allí, en un entorno duro y marcado por la pobreza, crece una inquieta niña apasionada por la música que traza una relación de confianza y protección mutua con la prostituta transexual del título, esa Tarara con nombre real masculino pero que prefiere llamarse Jasmine.

Jasmine // Hika Teatroa

Pero «La Tarara» (o «Tarara» en su versión en euskera; ambas con numerosas fechas de gira hasta mayo) es un montaje difícil de describir. No es una historia contada al uso: ni linealmente, ni de forma realista. Hay saltos en el tiempo y exuda un marcado halo poético (al que contribuyen la escenografía y la música en vivo -piano, violín y voces-) y alegórico (esas flores que se clavan en el suelo). Todo ese juego confiere a «La Tarara» una magia que suma y que engrandece ese delicioso dúo niña-prostituta. Juntas crean ‘belleza en medio del barro’, por así decirlo, librándose aparentemente de la decadencia que las rodea.

Aunque el excesivo fraccionamiento (en casi una veintena de microescenas que, para más inri, el narrador va remarcando) entorpezca el viaje y aunque no todas las subtramas, personajes y momentos musicales funcionen igual, estamos ante un gran y muy disfrutable espectáculo. También ambicioso, como el anterior, y con un elenco en el que brillan (en la versión en castellano) Sandra Ferrús, Itziar Ituño o, sobre todo, un Kepa Errasti (que repite en el montaje en euskera) que se sale como Jasmine.

Sandra Ferrús y Kepa Errasti // Hika Teatroa

El material promocional de «La Tarara» dice que «aúna el lirismo surrealista de García Lorca y la pasión technicolor de Pedro Almodóvar». Y, por una vez, no estamos sólo ante un mero eslogan publicitario. Es más, nos parece una forma acertadísima de condensar en pocas palabras la propuesta. En lo que queda de marzo se podrá ver, en castellano, en dFeria (Donostia), Ermua y Barakaldo Antzokia, y en euskera en Arrasate (Amaia) y Getxo (Muxikebarri). Calendario completo, aquí.

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