Los dos grandes nombres de la jornada brillaron pero no llegaron a convencer: la voz de Bernard Sumner no hizo acto de presencia, igual que el técnico de sonido de los canadienses. Por lo demás, día redondo en Kobetas. Nos lo cuentan Joseba Vegas, Germán Castañeda y Javier Santamaría, con fotos de Alfredo Rodríguez
CRÓNICA y FOTOS VIERNES 8 JULIO 2016: Pixies, Grimes, Love Of Lesbian, Underworld…
CRÓNICA y FOTOS SÁBADO 9 JULIO: Tame Impala, Foals, Editors, Courtney Barnett…
Comienza Bilbao BBK Live 2016. Y van 11 ediciones. La cita de ayer jueves 7 de julio, en el estreno de este año, congregó a algo más de 34.000 personas según la organización. Y se notaba que no se experimentaban los agobios de 2014 y 2015 con sus sold out. Un día casi casi redondo. Todos los nombres del cartel brillaron. Aunque los grandes nos dejan pegas importantes. La voz del cansadísimo líder de New Order, Bernard Sumner, poco más y ni hace acto de presencia. Al igual que el técnico, el ingeniero de sonido y los amplicadores de Arcade Fire, que debieron de quedarse en Canadá… Nos lo cuentan nuestros redactores Joseba Vegas, Germán Castañeda y Javier Santamaría, en un texto acompañado de fotos de Alfredo Rodríguez.
Algunos miembros del equipo de bi fm intentaron llegar pronto para descubrir por fin a Little Scream en directo. Prometía tanto… Pero fue imposible entre metros, buses, colas, accesos… Mira que todos los años pasa lo mismo. Casi dos horas entre salir del centro de Bilbao y entrar por la puerta de Bilbao BBK Live. Sí pudimos vivir (rodeados de muy muy poquita gente) el R&B supercool de Gallant, al que también teníamos ganas. Falsetes imposibles, hiperactividad a raudales sobre el escenario, dominio absluto de la voz y temas que corren el riesgo de resultar todos iguales… Bueno, mientras Frank Ocean siga retrasando su vuelta a la vida musical, nos vale Gallant. Pero el gato al agua se lo llevaban en ese momento los guipuzcoanos Rural Zombies, alucinados ellos mismos con la cantidad de gente que asistía a su directo en la Carpa Stage. Nosotros ya sabíamos que son el futuro de la música vasca (¿y estatal?) y que lo van a acabar petando en uno o dos años, pero los que se acercaron sin saber lo que iban a ver, salieron fans. «Joder, son muy buenos estos, ¿eh?», nos decía un amigo madrileño.
El arranque definitivo de la jornada, y de la edición 2016 de Bilbao BBK Live lo ponían, en el escenario principal, los Years & Years un poco después, a eso de las 20 horas. Fue entonces cuando sonó su coreadísimo «Desire» y la gente se soltó (tras 45 minutos ya ntregadísima al trío y a sus himnos bailables como si fueran superestrellas -o había mucho inglés entre el público, o ahora resulta que son superpopulares por aquí; no lo sabíamos-). Arrancaron el concierto como su carrera. Meteóricos con «Shine», pero se perdieron en el camino con todo un grueso de temas prescindibles como «Eyes Shut» o «Border» (como cuando, al publicar el disco completo, descubrimos tantas canciones de relleno). Por suerte, cayó también «King» y recordamos por qué, a pesar de todo, nos gustan tanto. Al fin y al cabo, un primer disco, «Communion» (2015), con 5 o 6 hits de un total de 13 temas no es, para nada, mal ratio. Ya quisieran muchos. Además, sonaron muy bien y Olly Alexander (foto izquierda) nos alucinó alumbrando una nueva especie entre la fauna de frontmen. La del panoli de la clase que hace piruetas sobre el delagdo hilo que separa lo entrañable de lo directamente hostiable. Look Eva Nasarre, bailes Leonardo Dantés y camiseta y calcetines con «pollazones», decorosos corazones-polla que, si se vendieran en el puesto de merchandising, lo petarían. Grande, Olly.
A plena luz del día (vale, le quedaba poca al jueves, pero aún eran las ocho y pico de la tarde) la propuesta de una banda como Chvrches desmerece, por aquello de las luces y el bailoteo discotequero de la mayor parte de sus temas. Sin embargo, una cada vez más suelta Lauren Mayberry (sigue sin ser un animal escénico, pero ya no supura tanta timidez como hace un par de años –aquí, nuestra crónica de Primavera Sound 2014–) se afanó en demostrar que lo del trío escocés tiene más de himnos pop que de hits rompepistas. Con un sonido impecable en las voces pero bastante deficiente por momentos en las bases, costó que algunos de sus temas más conocidos sonaran tan rotundos como se esperaba. Sin embargo, la perfecta mezcla de canciones de esa fabulosa dupla de discos electropop que son «The Bones Of What You Believe» (Goodbye/Virgin, 2013) y “Every Open Eye” (Goodbye/Virgin, 2015) propició un in crescendo que terminó estallando en “Clearest Blue” para, acto seguido, rebajar el tempo y poner punto y final a su actuación con la emotiva “The Mother We Share”. Entre medias, ocasión incluso para pedir perdón por el “Brexit” y declarar su amor hacia nosotros, los europeos. Amor correspondido.
Si hace 5 años el proyecto de Anthony González dejó de ser una delicatessen degustada por unos pocos refinados paladares synthpop y pasó a convertirse en reclamo para las masas en grandes festivales fue, única y exclusivamente, por una razón: la canción “Midnight City”. Un lustro (y un par de bandas sonoras) después, “Junk” (Naïve, 2016) no ha cubierto las expectativas de aquellos que solo conocían a los M83 de “Hurry Up, We’re Dreaming” (Naïve, 2011), pero sí de los fans de siempre del galo… insuficientes en cualquier caso para llenar un recinto como el de Kobetamendi. Así, no fue de extrañar que hubiera estampida general tras acometer su gran hit, a años luz de (temazos, por otra parte como) “Reunion” (con la que abrió el show) o “Do It, Try It” (por nombrar uno de los cortes más excitantes de su último trabajo). En definitiva, que respeto máximo por González, sus 15 años de carrera y sus 7 álbumes de estudio, pero mucho nos tememos que el gran público siempre lo considerará un “one hit wonder”. Inmerecido, sí (y más después de su gran puesta en escena y del sonidazo desplegado –el mejor de la jornada-), pero es lo que tiene enfrentarse a miles de personas en un macroevento de estas características. A nosotros nos gustó tanto como siempre.
Sabéis esa sensación de estar de vacaciones, en la cama, retozando mientras entran los rayos del sol del verano. Qué gusto, eh, pues así fue el concierto de Hinds. Este año ya es la tercera vez que las vemos por aquí, cuarta si contamos a los amigos santanderinos de Campamento Base, y cada vez nos gustan más. Pese a que el equipo venía del tormentón vivido en Suecia, que llegó a hacer charquito en los amplis (ver instagram), no falló nada y disfrutamos como enanos de “Bamboo”, “Chilly Town”, “Garden”… Cada vez son más famosas fuera y cuentan con más detractores en casa, pero solo podemos decir “Gabba Gabba Hinds!”.
LOS PUTOS NEW ORDER
Dios. Si es que es encenderse las pantallas, sonar las programaciones y empezar a escuchar ese mítico bajo (aunque Peter Hook hace tiempo ya que abandonó el barco) y a cualquiera se le ponen los pelos como escarpias. ¿Que no? Sabes (y si no lo sabes, al menos los intuyes y lo sientes), que la leyenda se está haciendo carne por una noche frente a ti. ¡Joder! ¡Los putos New Order! Que no solo son leyenda, que es que cuando no esperábamos ya nada de ellos, van y se descuelgan, a sus sesenta años, con un discazo tan redondo y tan joven como «Music Complete» (lo elegimos en bi fm, como prácticamente todos los medios del mundo, entre Lo Mejor de 2015).
Pero… Porque siempre tiene que haber un pero. ¿¡Qué le ocurría a Bernard Sumner!? ¿Está triste? ¿Alicaido? ¿Mohíno? ¿Enfermo? Pero si el pobre no tenía voz. Ni un ápice al comienzo… En serio, que el señor parecía estar pensando que las 22:55 no son horas de salir de la residencia. «Que me quiero volver a calzar las pantuflas y echarme al sillón», creímos leer en su cara. Llegamos a preocuparnos (ahora ya en serio) por si Sumner estaba verdaderamente indispuesto. ¡¡Pero es que por lo demás aquello sonaba tan asombrosamente bien, tan limpio, tan cristalino, tan brillante!! ¡El repertorio era tan redondo! ¡Los clásicos eran Historia! ¡Los nuevos temas eran puramente contemporáneos! Somos tan egoistas que no pudimos pensar mucho en el pobre Sumner (que, a pesar de ir soltando una manda de gallos que a estas horas seguro que aún corretean por el monte Kobetas, fue calentando y creciendo vocalmente, hay que reconocerlo).
Abrieron con «Singularity» reivindicando su presente y terminaron, como siempre, con «Love Will Tear Us Apart» y Ian Curtis en la pantalla con la leyenda «Joy Division Forever» (que se nos eriza la piel aún, 12 horas después, escribiendo esto). Por el camino, repaso a «Music Complete» («Tutti Frutti», «Plastic»), temas de hace 35 años que no han perdido vigencia («Ceremony», el primer single que publicaron tras refundarse como New Order en 1981) y canciones que están en las enciclopedias de la música contemporánea: «Blue Monday» (con esa deliciosa intro dilatada que te retrotrae a cuando comprabas maxi-singles en vinilo en los 80), «Bizarre Love Triangle» o «True Faith».
Igual, igual de bien que cuando les vimos en Sónar en junio. Pero más cortito (obviaron hasta «Restless», supuesto single de regreso triunfal de 2015 -aunque a nosotros nos parece el tema más flojo de «Music Complete»-). Y, claro, con mucha menos voz (si hace un mes Sumner la tenía, por ahí tiene que andar la pobre; hay New Order para rato). Anoche, ¿se quedaron sus cuerdas vocales en Manchester? Pena. Por lo demás, chapeau!!! Dos señores y una señora en la sesentena poniendo patas arriba a 34.000 jovenzuelos. ¡BRAVO!
¡¿ARCADE FIRE EN ESCENA!?
A ver, a ver, a ver. ¡¿Arcade Fire en escena!? ¿¡En serio estos tíos son aquellos que nos obnubilaron en la explanada del Guggenheim hace justo un lustro!? Lo dudamos. Lo dudamos mucho. No vamos a darle más vueltas al sonido (durante la primera mitad parecía que los bafles y los amplis se los habían dejado en Quebec, luego, mientras alguno alegaba que desde la campa se oía «algo mejor», la organización aseguró que la banda tenía «su propio técnico y su propio ingeniero de sonido»; como leímos en Twitter, el tío debía de ser como el capitán del Costa Concordia -o peor-). Al margen de ese detalle (bastante importante teniendo en cuenta que das un concierto para 34.000 personas, no para los seguratas del foso), algo pasaba en las filas de Arcade Fire. Nada más comenzar, Win Butler ya parecía congestionadísimo. Sudando, con cara de sufrimiento, como al borde de un infarto. Sonaba «Ready To Start» como tema de arranque y, lo que no sospechábamos, era que nos estaban dando con él el titular de la noche. La cosa no arrancó. Nunca.
Continuaron con deslavadas versiones de «The Suburbs», Régine (foto derecha) tomó las riendas con «Sprawl II (Mountains Beyond Mountains)» y llegó «Reflektor», aún sin insuflarle vida al bolo a pesar del velado homenaje al «excorista» y padre espiritual Bowie («see you on the other side», snif, snif). La docena de personas y la veintena de instrumentos sobre el escenario (coronados por un sencillo pero efectivo juego de grandes espejos volantes reflejándolo todo -reflektor; guiño, guiño- en un ejercicio de cubismo en movimiento) impresionaba visualmente pero dejaba a medias sonoramente. Lo lastró todo aún más alguna dudosa elección de repertorio: «My Body Is A Cage», «Haiti», «Here Comes The Night Time… Todas, interesantísimas; pero poco o nada festivaleras.
Los decibelios aumentaron (algo) y la cosa empezaba a rodar. Clásicos infalibles como «Neighborhood #1 (Tunnels)», «No Cars Go» o «Keep The Car Running», fueron elevando el listón pero, tras la entrada en escena de los cabezudos del videoclip de «Reflektor», la cosa acabó con «Wake Up» y aquello fue más coitus interruptus que el cansino txirimiri que llevaba una hora haciendo como que caía pero sin llegar a llover. A medias. Totalmente a medias.
«Algo así como una gran familia de cuáqueros haciendo una especie de country imposible con instrumentaciones superfrikys, ¿no?». Así lo valoraba un amigo que se acercaba a Arcade Fire por primera vez anoche. Y eso es lo que parecieron (exagerando) los musicazos mueve-masas que normalmente son Arcade Fire. Es lo que hay cuando un artista ya ha pasado página y ha aparcado la gira de un disco (aquel lejano «Reflektor» de 2013), pero llega un promotor, le pone una millonada (suponemos) sobre la mesa y decide salir de su retiro en Canadá para venirse a Europa, darse una vacaciones por todo lo alto y reponer saldo en las cuentas bancarias. Todo, a cambio de poco más de lo que, cualquier tarde, hacen en su local de ensayos. Una oferta que nadie podría rechazar. Y, encima, sobre el papel, el Bilbao BBK Live se apunta un tantazo y su cartel queda lucidísimo (somos los primeros que llevamos salibando desde que se anunció su presencia). Pero luego, llega el día y…
A pesar de todo (y a pesar de que, en un principio, se dijo que las de Lisboa y Bilbao eran fechas exclusivas en Europa este año y finalmente el martes pasado se cascaron lo que, según nos cuentan, fue un bolazo en Barcelona), tenemos fe en Arcade Fire. Porque el 13 de julio de 2011 a orillas del Nervión nos demostraron de qué son capaces. Que alguien nos los vuelva a traer cuando saquen su quinto disco. Estaremos esperándolos.
Ya pasadas las dos de la mañana, irrumpieron en el escenario Heineken Alexis Taylor (parapetado con una especie de chilaba y un destartalado sombrero de safari) y sus Hot Chip, ese prodigio indietrónico que, a pesar de buenos discos (“The Warning”, “One Life Stand”), es más de singles concretos, de esos redondos, rotundos, los que, en un mundo ideal, deberían sonar en todas las discotecas de moda (sí, a pesar del indefendible atuendo del líder de la banda). Así, dado que los londinenses también tienen discos reguleros (como el reciente “Why Make Sense?”), en los que ni su canción de mayor gancho (“Huarache Lights”) consigue poner patas arriba un festival, tuvieron que ser los ya clásicos “And I Was a Boy From School”, “Need You Now”, “Flutes”, “Ready For The Floor”, “I Feel Better” y, sobre todo, “Over And Over”, los que garantizaran el éxito del show. Para rematar la faena, versión en clave tecnopop de todo un clásico rock, el “Dancing in the Dark” de Bruce Springsteen, ahí es nada. Después, mucha noche por delante bailando en Basoa, el nuevo espacio en pleno bosque habilitado este año para las propuesta electrónicas tardías (y que, al final, tampoco difiere tanto de lo que había ya otros años). Pero lo que allí pasó ya no lo vamos a contar aquí. Veníos esta noche y hablamos… ¡Ah! Y una última pega, ¿qué pasa con los baños este año? ¿Por qué hay menos y encima están concentrados casi en un solo punto? ¡Que nos meamos yendo de una punta a otra del recintoooooo! ¡Piedad!