Los días 29 y 30 de enero acudimos a las donostiarras salas Dabadaba y Gazteszena para disfrutar de la cuarta edición del festival, convertido ya en una de las citas «underground» más interesantes del país. Dos días de jarana con 20 potentes actuaciones como, también, las de Joseba Irazoki eta Lagunak, Sauna Youth, C Tangana, Betunizer, Les Grys-Grys, Juniore… Nos lo cuentan Javier Santamaría y Joseba Vegas, con fotos de Irene Mariscal
El viernes llegamos a tiempo al Dabadaba para ver a Sierra (aunque no a Star Trip, una pena) y disfrutar de su repertorio redondo, de pop con fondo postpunk, repleto de canciones directas como «La chica cohete» o de letras como cuchillos como la de «Golpes«. Como canta versionando a Best Coast, «Y qué bien lo pasamos cuando estás«.
Los primeros 15 minutos de concierto de Pega Monstro fueron suficientes para dejarnos noqueados con la apisonadora sónica que salía del escenario. Después de eso, Julia y María nos tuvieron en el bolsillo haciéndonos mover arriba y abajo la cabeza durante todo el concierto, aunque hubo momentos en los que dudamos de si las portuguesas conseguirían salir airosas del envite. Ruidaco.
Tigres Leones soltaron sus fieras interiores y llenaron el escenario de rabia shoegaze, guitarrazos afilados que muerden con grandes temas como «Marte» (ese pequeño gran hit gracias a lo que ha gustado su videoclip, una parodia de ese anuncio de Mahou repleto de rostros conocidos) o «Vladimir«, este último con un bajo que centrifugó nuestras cabezas. Quizá lo único que echamos de menos fue una guitarra acústica adicional para pasar de sobresaliente a matrícula de honor. Gustó su pop garajero.
Y llegó la estrella de la noche, alguien que, paradójicamente, poco o nada tenía que ver con el pop, el rock, el postpunk o el shoegaze de los artistas precedentes. Ya lo avisaban aquellos que, rondando la 1 de la madrugada, cruzaron el umbral del Daba por primera vez con el ímpetu de quien roba un bolso tirón mediante. Nada que ver con el «indie» (al menos, como estilo/escena)… aunque sí con lo «underground«, con aquello que está al margen del circuito comercial (y, en este caso, incluso muy lejos de las revistas de tendencias). Ataviado con chándal rojo, riñonera, gafas de sol demodé y pañuelo con toque lolailo, El Coleta apareció en escena escoltado por dos guardias civiles, como en la icónica foto de El Vaquilla, el popular delincuente de los 80.
El de Moratalaz, en compañía de sus dos compinches, hizo disfrutar tanto a los fans de su rap quinqui (trufado de referencias a la cultura popular ibérica -de El Torete a Curro Jiménez, pasando por «el del medio de Los Chichos«-) como a aquellos que querían pasar un buen rato con algo diferente tanto en fondo como en forma. Rap de extrarradio que habla de delincuencia y drogadicción (justo las dos palabras impresas en las camisetas -«buenas, no de mercadillo«- que el propio Coleta vendió tras su show), pero no carente de crítica y de un retrato social tan desalentador como genuino. Flow cañí.
Tras el rapero madrileño, un par de horitas de bailoteo (con regreso a terrenos más poperos) de la mano de Ayo Silver Djs… y a la cama, que ya eran las 4 de la mañana y, en solo unas horas, había que volver a Dabadaba…
SÁBADO, SECOND ROUND
Uno, cuando va a un «concierto merendola«, lo que menos espera es acabar en el escenario bailando tecnopop como loco a las seis de la tarde; pero eso es lo que consiguió Betacam, que empezara el desmadre bien temprano. El también miembro de Templeton (entre tantos otros proyectos) nos dijo que, terminado el Lurrazpiko, iría a grabar temas nuevos a Subiza, al estudio navarro de Hans Kruger, y la cosa promete. Nos presentó ya dos temas nuevos y se nos fueron las caderas con ellos. Ideal para quemar los pintxos del mediodía y el picoteo de la tarde.
Después, Heaters se trajeron arena psicodélica desde el desierto de Arizona. Pelotazos como «Memorial» o «Master Splinter» alimentaron nuestro alma tanto o más que los bocadillos que alimentaron nuestros cuerpos en el Dabadaba. Con canciones como «Kamikaze«, se podría decir que su concierto fue uno de los mejores del fin de semana.
Ya en Gazteszena (algo después de las 20:00 horas), sede principal del festival el sáabdo, seguimos agarrándonos a sonidos espaciales, esta vez de la mano de Diego García, que vino con su arsenal de sintetizadores y secuenciadores analógicos. En esta ocasión no se vino abajo el techo sobre él, sino que lo atravesamos nosotros gracias a temas como «Estela Discoidea«. La nota negativa, quizá, se la llevó el sonido saturado de los bajos.
Poco después, el escenario grande (porque había dos que, más o menos, se iban alternando) fue inaugurado por Joseba Irazoki eta Lagunak (es decir, miembros de Audience, WAS, Willis Drummond…) para demostrar que el de Bera (miembro de los últimos Atom Rhumba o de las actuales bandas de Nacho Vegas y Duncan Dhu) es uno de los mejores y más versátiles músicos de la escena vasca. Un gusto verle tocar en su vertiente más intensa.
Personalmente, C. Tangana no nos llegó y su cocodrilo Lacoste ni mordió, ni amenazó. Su rap no llegó allí donde las J’Hayber del Coleta llegaron o donde el Fred Perry de Jarfaiter te deja los piños. Eso sí, el escenario pequeño se antojó escaso y las primeras filas se lo pasaron de pelotas. Nosotros, lo dicho, flipamos más con los valencianos Betunizer y con los franceses Les Grys-Grys, que ofrecieron sendas actuaciones de lo más salvajes, una a ritmo de retorcido hardcore y la otra dándole duro al R&B primigenio.
Sauna Youth también fueron un ciclón de ritmos primitivos que arrastraron al publico hacia un torbellino de pogos, empujones y saltos desde el escenario. «Transmitters«, «Monotony«, «Modern Living«… un atentado contra nuestra salud (tenemos moratones que así lo evidencian). Lo dimos todo en otro de los mejores conciertos del festival.
Los ex Le Mans Single (vamos, Teresa Iturrioz e Ibon Errazkin), iconos del Donosti Sound, volvían a casa y la expectación se palpaba en el ambiente, con una sala llena (Gazteszena rozó el sold out) y bien de fans entonando personal pop (rap, dub…) de un dúo que no solo se acordó de sus temas más conocidos («Me enamoré«, «Posponías» o el televisivo «Mr. Shoji«) sino que también tiró de versiones, de Vainica Doble (preciosa su reinterpretación del muy reivindicable «Chotis de la mujer trabajadora«) ¡y Camilo Sesto! Y es que, a veces, lo hortera y lo elegante no están tan lejos, todo depende de la actitud y el porte de cada uno. Una queja: Echamos en falta «Tu perrito librepensador«.
Juniore mediante (nos encantó esta delicatessen llegada de la Galia, con tres chicas de apariencia y sonido sixties), Iturrioz y Errazkin volvieron a salir a escena un rato después, para poner el broche final al concierto de Hidrogenesse, con quienes acaban de publicar un 7″ en el que ofrecen dos reinterpretaciones de «No hay nada más triste que lo tuyo«, canción bandera de Carlos Ballesteros y Genís Segarra, que, cómo no, dedicaron al encargado de los caballitos pony del Parque de Atracciones de Igeldo, noticia ese mismo día debido a su jubilación. Pero hubo más «grandes éxitos»: «Disfraz de tigre«, «A-68«… y, sobre todo, temas de «Roma«, su LP de 2015 («El hombre de barro«, «Dos tontos muy tontos«, «Siglo XIX«, «Elizabeth Taylor«, «Escolta la tempesta«, «That International Rumor«, «Aquí y ahora«…). Un grupo necesario ahora más que nunca, cuando la escena indie pop se encuentra copada por grupos con letras infames e impostada épica apta para todos los públicos.
Después de tres horitas de pop, en el escenario grande se pusieron a tope los amplis (muy buen sonido durante toda la noche, por cierto) para que nuestras cajas torácicas retumbaran de lo lindo con los estadounidenses Night Beats y con los pamplonicas Kokoshca. Los primeros volvieron a dejar picueto al personal con su descarga de psicodelia rock, garage y blues (y los temazos de su reciente «Who Sold My Generation«), mientras que los segundos se despacharon a gusto con su bien conocido indie rock de ramalazo punk. Lo que más gustó fue «Directo a tu corazón«, «Mi chica preferida» o ese «La fuerza» con el que numerosa parte del público invadió el escenario para ponerse a bailotear junto a Amaia, Iñaki, Iñigo y Álex. Y, ojo, porque avanzaron temas nuevos, antes de que DJ Food se pusiera tras los platos para dar por finiquitada la cuarta edición del festival.
Así, Lurrazpiko Festa se consolida como uno de los mejores festivales (realmente) alternativos del país, un encuentro del que uno vuelve pensando cómo podrán mejorarlo de nuevo los chicos de la asociación/promotora Ayo Silver!, auténticos fanáticos de la música con una visión ciertamente poliédrica y un tino prescriptor de indudable efectividad. Y, todo ello, sin ayudas públicas en pleno año en el que Donostia es «Capital Europea de la Cultura«. El año que viene, ya sin distinciones comunitarias de por medio ni presupuestos millonarios invertidos en cosas vacuas pero efectistas, ellos seguirán programando a su bola este pequeño gran festival y nosotros volveremos a acudir a su llamada. ¡Larga vida, Lurrazpiko!