Hablamos con la banda firmante de «Era», un cuarto álbum que habla sobre el paso del tiempo y que abre una nueva etapa en el cuarteto, ahora más electrónico y menos guitarrero, pero igualmente intenso y ácido. Este fin de semana actuarán en Bilbao y Gijón
Si bien recibieron el calificativo de «supergrupo» cuando debutaron, hace ahora una década, la verdad es que Eduardo Baos (Tachenko), César Verdú (Schwarz), Abraham Boba y Luis Rodríguez tuvieron que aprovechar un parón de actividad del cantautor asturiano Nacho Vegas para juntarse y hacer música propia, más allá de la que Boba, Baos y Rodríguez facturaban como gregarios de lujo del ex-Manta Ray.
Lo que nadie imaginaba, ni ellos mismos, es que aquel proyecto con nombre de cartel de autovía, León Benavente, fuera a tener tanto recorrido, convirtiéndose en una de las bandas de referencia de la escena «indie» e imposibilitando la compatibilidad de agendas con Vegas, ya con nuevos acompañantes desde el reciente receso pandémico.
Dos últimos años difíciles y extraños que, en su caso, sirvieron para dar forma al cuarto álbum del cuarteto, «Era» (Warner, 2022), publicado el pasado enero tras ser grabado el verano anterior. Había que esperar el momento propicio y, se decía, este era el año bueno. O así.
Recibido con fervor crítico y buenas ventas, el trabajo ha significado el inicio de una nueva etapa, en la que la electrónica analógica, las cajas de ritmos y los sintetizadores, le han tomado la delantera a las guitarras. Un cambio de registro que ya se ha venido notando en sus conciertos y que, a buen seguro, quedará patente este próximo viernes 1 de abril en Bilbao (Santana 27). Un día después, el sábado 2, actuarán en Gijón (Teatro La Laboral) para completar el mes en Girona, Barcelona, Granada, Sevilla…
Hablamos con César Verdú (batería).
Estrenasteis 2022 sacando nuevo álbum. Supongo que eso condiciona el año… ¿Qué tal está yendo?
Teníamos ganas de sacarlo, porque estaba grabado desde antes de verano de 2021. Decidimos sacarlo en enero y solapar el inicio de la gira en salas de conciertos, tras dos años de tantos problemas y restricciones. No deja de ser un año de transición, con la gente aún con miedo, sin dinero… pero había que salir a tocar, con la esperanza de que todo irá a mejor.
En estos dos años pandémicos os hemos visto sentados, con distancia y con mascarilla, aún estando al aire libre (como en Torrelavega); con mascarilla, pero, por fin, de pie en el que fue uno de los primeros conciertos sin asientos en Euskadi (en el Bilbao Arena); y, hace nada, ya casi normalizados en Santander (en el festival Indiferente). Qué extraño todo.
La verdad es que al principio se hizo muy raro adaptarnos a los formatos posibles, porque nuestra propuesta es diametralmente opuesta, pero al final también pensábamos que todos, el público y nosotros, teníamos la necesidad de conciertos. Mejor tocar que quedarnos en casa. Como teníamos la ilusión del nuevo disco, nos dio esa fuerza para seguir y esperar, aguardando a que todo fuese más normal con el nuevo álbum en el mercado.
¿Vivisteis situaciones tan atípicas que rozaron lo «friki»? En Bilbao se os fue el sonido, por cierto. Fue un poco «coitus interruptus»…
Sí, cuando te pasan cosas de esas te quedas un poco noqueado, más cuando vives un momento tan especial y álgido como aquel. Así que ahora vamos a Bilbao con las ganas de resarcirnos, sabiendo que va a ser un gran bolo. Llevamos varios de esta gira y sabemos que va a salir muy bien. Pero anteriormente los hubo muy frikis, sí. Recuerdo el del Camp Nou, haciendo sold out con 800 personas cuando cabían 80.000… En Gijón empezó a llover y la gente sin poder moverse de su silla… son situaciones muy bizarras. Tocar en una inmensa plaza de toros, con gente sentada a dos metros la una de la otra… Era muy frío y difícil meterse en un concierto en ese contexto, pero todos lo hemos dado todo, hasta donde nos dejaban.
Una era muy particular esta que estamos viviendo… que ahora vivimos con «Era», vuestro nuevo LP, más electrónico y menos guitarrero que los anteriores. ¿Qué tal funcionan sus canciones en los directos? Porque suenan diferentes a las de siempre del grupo.
La gente creo que se sorprende para bien. El disco lo concebimos siendo conscientes de que formaría parte de un todo en el que tendría que convivir con las canciones anteriores. En la gira de presentación hacemos todas las del nuevo trabajo, incluyendo otras de los discos anteriores. Como grupo, nos gusta desarrollar nuestra carrera más allá de establecernos en la comodidad. Siempre que entramos al estudio es para sorprendernos, para disfrutar y para arriesgar. En el arte siempre tienes que arriesgar. Unas veces acertarás más comercialmente y otras, artísticamente. Pero eso es algo que se te va de las manos. Entras al estudio sin tenerlo muy claro y, si sales convencido de lo que has hecho, como es nuestro caso, pues solo te queda defenderlo en directo, cosa que estamos haciendo también con una puesta en escena nueva, con mucha importancia de las luces y nuevas maneras de desarrollar algunas canciones.
El disco también ha traído cambios de roles en la banda. Luis ha pasado de la guitarra al bajo, a Edu le ha dado por jugar con las maquinitas y las cajas de ritmos… menos mal que no habéis prescindido de la batería, ¿no?
Luis, realmente, siempre ha sido bajista, se hizo guitarrista con León Benavente, así que ha vuelto a su instrumento; Edu llevaba tiempo adentrándose en la electrónica; y a mí no se me ha hecho extraño, porque formé parte de Schwarz y allí ya tocaba la batería de esta manera, con moog, theremin, cajas de ritmos… Al final, en esto de la música también es importante saber estar callado y pensar siempre en la canción. Nos hemos divertido y ha sido un nuevo reto.
Hablamos de electrónica, pero de electrónica analógica. Una propuesta orgánica. No dejáis de ser una banda de rock en directo que toca sus instrumentos.
Sí, todo está tocado en directo. Yo apoyo algunas que llevan cajas de ritmos, pero sigue habiendo batería. La premisa era que se pudiera tocar en directo. Hay programaciones, pero se lanzan también de manera manual, mediante ‘sintes’ analógicos. Hay un proceso previo muy divertido que toma vida propia en el escenario.
El disco habla del paso del tiempo. El propio título, «Era», ya alude a ello… y lo hace con diferentes acepciones. Os gusta jugar con las palabras, con la polisemia. Lo bonito del arte es que una misma obra puede tener significados distintos.
Sí. Esa palabra significa lo que ya no es y también lo que está siendo, o lo que fue. Según la persona y el momento que esté pasando, le buscará un significado a ese «Era» del título. Las canciones también hablan del paso del tiempo y cómo afecta este cambio del tiempo a las personas o a un grupo. Pero no es un disco conceptual.
Hablando del paso del tiempo, cumplís 10 años como grupo. Surgisteis con la etiqueta de «superbanda», pero casi como anécdota. Y aquí estáis, convertidos en una banda importante en la escena indie.
El grupo se formó en 2012, pero no sacamos el primer disco hasta 2013. Echando la vista atrás, es increíble todo lo que hemos hecho, porque surgimos en un momento en el que Nacho Vegas había dejado de girar y nos habíamos quedado un poco parados. Decidimos juntarnos para ver qué tal funcionaba y salió un disco que bien podría haberse quedado ahí. Pero tuvo bastante repercusión y decidimos seguir y compatibilizarlo con Nacho.
Pero justo ahora habéis dejado de integrar la banda de Nacho Vegas. Siempre me he preguntado cómo cuadrabais agendas…
Al final, era imposible encajar ambas cosas. Hablamos de giras incluso por Sudamérica, que te llevan mucho tiempo. Dejar el proyecto de Nacho nos dio mucha pena, pero no dábamos abasto. Fue justo antes de la pandemia, así que ya forma parte del pasado y solo queda mirar hacia delante. Nos gustaba mucho, pero era muy agotador. La prioridad fue León Benavente.
Hay dos canciones en el disco, «Di no a la nostalgia» y «Viejos rockeros viejos», que ofrecen mensajes muy interesantes sobre el paso del tiempo y cómo encajarlo. Hay que saber irse de una fiesta, ¿verdad?
Nosotros somos viejos rockeros, pero tratamos de no ser viejos rockeros viejos. No hay que acomodarse ni perder la capacidad de arriesgar o de emocionarse. Puedes llevártelo a cualquier ámbito de la vida.
Hablando de viejos y nuevos rockeros, el otro día en el festival de Santander vimos a mucha gente joven vibrar con un grupo nuevo como Arde Bogotá, en contraste a cómo subía la media de edad de las primeras filas con Triángulo de Amor Bizarro. No sé hacia dónde va la escena, porque veo poca conexión entre las bandas veteranas y el público juvenil. Las bandas indies clásicas y las actuales… tampoco las siento muy cercanas, a casi ningún nivel.
Hay una diferencia que tiene que ver, no sé si con la propuesta en sí, sino con la generación que la toca. Supongo que los jóvenes han de tener sus referencias generacionales, su escena temporal, con propuestas más recientes. Los grupos de carreras más largas se están quedando con los fieles de su momento. No sé hacia dónde va, pero sí que hay una transición.
Pero, ¿no crees que se ha estandarizado la escena del «pop alternativo»? Tu antiguo grupo, Schwarz, sería de completos outsiders.
Sí, hay un formato de canción que se ha generalizado y que es lo que más está funcionando. Propuestas más arriesgadas, independientes, underground o outsiders, como decías, tienen poca cabida ahora mismo, en contraposición a lo que pasaba en aquello del indie entre 1998 y 2010. Ahora hay menos público para eso, no sé si porque las generaciones que antes iban a conciertos ahora tienen otras preocupaciones, o porque al público joven no le interesan cosas más experimentales y se vuelcan con algo más audible o comercial. Supongo que será por eso.
¿Con qué bandas os gustaría coincidir siempre?
Con Triángulo de Amor Bizarro, como el otro día. El Columpio Asesino. Maria Arnal i Marcel Bagés… Los festivales son un buen lugar para encontrarse, no siempre es fácil coincidir.
Hablando de nombres propios, volvéis a acordaros en el disco de Rafael Berrio, recientemente fallecido y un gran desconocido, hasta en Euskadi, a pesar de haber sido uno de los mejores letristas de los últimos tiempos. Qué injusta es la vida con los artistas, tantas veces.
En el caso de Rafa es una pena, pero él era consciente de que pertenecía a ese mundo, al del artista de culto, sin muchas opciones de poder recoger lo que se merecía, ni en el País Vasco. Nosotros siempre lo hemos valorado muchísimo, yo ya lo conocía desde mis tiempos con los donostiarras La Buena Vida, allá por el 2000, y siempre me pareció una persona muy interesante y un gran compositor de canciones. En nuestro último concierto en San Sebastián le invitamos a subir a cantar con nosotros «Niño futuro», pero estaba ya bastante enfermo y no la hicimos. Pero vino al concierto, estuvimos con él en el camerino y fue la última vez. Era una persona maravillosa, uno de los mejores escribiendo canciones y siempre lo recordaremos.
Para cerrar con positividad, ¿pinta bien lo que resta de año? ¿Qué hay ahí delante?
Lo primero, cerrar la gira de salas, que nos quedan 6 u 8… luego varios festivales de verano y después nos gustaría hacer alguna visita a Latinoamérica: México, Chile… A partir de ahí, empezar a preparar cosas nuevas y ver qué hacer de cara a 2023, que será ese 10º aniversario del primer disco, así que algo especial haremos, aunque la pandemia nos ha enseñado a pensar en el corto plazo. Iremos viendo.