Dos recomendaciones teatrales para este mes: «Bake lehorra/La paz estéril» (en Pabellón 6), que nos habla de forma original del manido drama de los conflictos armados, y «Eclipse total» (en Barakaldo Antzokia y en La Fundición), que nos enfrenta, sin paños calientes y con naturalidad, a un tema poco habitual: la muerte
Sí, lo sabemos, en las guerras no hay vencedores ni vencidos. Y hay ya miles de ficciones que exponen el sinsentido de los conflictos armados. Pero el incombustible todoterreno (actor, dramaturgo, director) Patxo Telleria, ha sido capaz de aportar algo nuevo a ese ya manoseado tema con su obra «Bake lehorra/La paz estéril» (se podrá ver el 29 y 30 de septiembre en Pabellón 6 Bilbao).
Telleria ha sido capaz de construir una muy interesante fábula al respecto partiendo de una simple mesa. Una mesa, además, real, que se conserva en el Ayuntamiento de Amorebieta y sobre la que en 1872 se firmó el poco conocido Convenio de Amorebieta. Aquel fue un intento de alcanzar la paz en la Segunda Guerra Carlista, pero con un acuerdo que no gustó ni a liberales, ni a carlistas. Como un fuego mal apagado, la brasa del conflicto armado enseguida prendió de nuevo.
Esa anécdota casi olvidada, que ni pasó a la Historia, sirve a Telleria, 150 años después, como disparador para desplegar un brillante trabajo de dramaturgia y crear un mosaico de múltiples parejas de personajes dialogando, en diferentes lugares y momentos pero entrelazadas y relacionadas de una u otra forma con lo que sobre aquella mesa se firmó: los emisarios de ambos bandos que rubricaron el convenio, los respectivos soldados que protegían la sala durante la firma, dos campesinos locales… Y así hasta hoy en día, trazando toda una cronología del dolor, del enfrentamiento entre iguales, de la violencia, cuyo origen siempre tiene una causa enquistada -que no una justificación-.
El experimentado equipo de la compañía vasca Tartean, con Telleria como guionista y director en esta ocasión, pone este texto en escena apostando por la economía de recursos con tres inteligentes decisiones. La primera, convertir la mesa en el único elemento escenográfico -pero con un uso tan versátil que les sirve casi para todo en escena-. Después, contar con sólo dos actores (Aitor Fernandino y Aitor Borobia), que se van transformando en todos los personajes, diferenciándose básicamente por tocados y puntuales elementos de vestuario que manipulan a la vista del público. Y, por último, intercalar desprejuiciadamente euskera y castellano según requiera cada escena, con la naturalidad con la que ocurriría en la realidad (no hay dos versiones de la obra; el guión es único e intercala ambos idiomas).
Separándose de los libros de Historia, que glosan hechos y enumeran fechas, «Bake lehorra/La paz estéril» baja a lo concreto, a lo meramente humano, para interrelacionar con acierto situaciones particulares, casi diría cotidianas, que transcurren en diferentes estamentos sociales y en diferentes épocas. Así, partiendo de lo más (aparentemente) simple, Telleria consigue tocar al público y, a la vez, universalizar vivencias en torno a la guerra que son, por desgracia, absolutamente globales, pues los enfrentamientos armados se han dado, se dan y -ojalá me equivoque- se seguirán dando.
Porque, como expone esta obra, hay motivos entrelazados que llevan de una guerra a otra y, si la llama del enfrentamiento no se apaga bien, el conflicto armado siempre estará a punto de prender de nuevo, causando un enorme sufrimiento sobre todo a ‘los de abajo’ aunque la responsabilidad sea sobre todo de ‘los de arriba’.
ECLIPSE TOTAL
De uno de los grandes temas (la guerra), a otro que no es tan habitual en la ficción, pues aún no somos capaces de hablar de él con naturalidad: la muerte. ¿Qué sentido tiene vivir sabiendo que, antes o después, todos vamos a morir? Es la pregunta que se hicieron los componentes de la compañía valenciana Pont Flotant. Y su respuesta llega en forma de montaje teatral: «Eclipse total», que se podrá ver en el Barakaldo Antzokia (30 septiembre) y en La Fundición de Bilbao (7 y 8 octubre), y cuyo guion -cocreado a ocho manos por los cuatro miembros de la compañía- se alzaba, el pasado abril, con el Premio Max 2023 a Mejor Autoría Teatral.
Mi recomendación de que vayas a ver esta obra no puede ser más sincera. Ni más entusiasta y vehemente. De verdad, no te asustes por el dichoso temita que trata ni me vengas con lo de que ‘para ver dramas y sufrir no voy al teatro’. Porque la genialidad de esta propuesta es que, con una brutal naturalidad, nos enseña lo que ni la escuela, ni la familia, ni los palos de la vida nos enseñan: a hablar de la muerte sin sufrir, a las claras e incluso con humor pero sin sentimentalismos ni dramas innecesarios. ¿Cómo gestionamos, cómo nos preparamos y educamos sobre este hecho inevitable e irreversible? A eso nos ayuda, con emoción y honestidad, «Eclipse total». Y no se me ocurre un logro más elevado que el arte pueda alcanzar.
De nuevo, como en la propuesta anterior, dos únicos intérpretes –Àlex Cantó y Jesús Muñoz, dos de los integrantes de la compañía- y una gran mesa en escena. Y poco más. «Eclipse total» combina en sus tres segmentos diferentes lenguajes escénicos. Arranca con una cachonda primera parte en la que se relativiza lo que nosotros y nuestras vidas suponemos para el universo, sigue con una solemne representación de la propia muerte y termina con una genial y costumbrista recreación de una celebración familiar. En ella, los dos actores exhiben virtuosismo multiplicándose para dar vida a las generaciones pasadas, presentes y futuras de sus respectivas familias reales (familias con las que, obviamente, cualquiera puede sentirse identificado).
Este último tercio es, francamente, glorioso: emotivo, cómico, ingenioso… Y, sobre todo, muy complejo de llevar a escena por la multitud de entradas, salidas, voces, diálogos… que se yuxtaponen. Ni qué decir tiene que Pont Flotant (sus cuatro miembros son también codirectores), salen más que victoriosos del difícil reto de esta suerte de tercer acto de la función (zorionak sobre todo a los dos que ejercen, además, de intérpretes).
En serio, no te pierdas «Eclipse total»: es una obra que toca, una obra que, seguro, tardarás en olvidar, pues no se le despega a uno tras encenderse las luces. Y, como decía antes, no porque sea triste sino por su emotividad y su inteligencia para hablar y hacernos hablar de la muerte. A veces se alude al ‘poder transformador del teatro’, y la verdad es que hacía mucho que no me encontraba con un ejemplo tan palmario de lo que ese concepto significa.
¡¡Bravo, chicos y chica de Pont Flotant!!
- Relacionado: Todas nuestras noticias y críticas teatrales, aquí